EL DRAMA DE COMPRAR ENTRADAS. ¿QUÉ SON LOS PRECIOS DINÁMICOS?

EL DRAMA DE COMPRAR ENTRADAS. ¿QUÉ SON LOS PRECIOS DINÁMICOS?

Cualquier sabueso que sea capaz de indagar dos minutos entre las páginas de un diccionario podrá llegar a la rápida conclusión de que se conoce como inflación al incremento general de los precios. Normativamente, el transcurso de los días está sujeto a un aumento discreto y sostenido del valor de las cosas. Solo de esta manera se explica que ver en directo a The Rolling Stones, Iron Maiden y Bruce Springsteen en 2003 supusiese solamente 45 €, 33 € y 43 € respectivamente. Hoy en día, el persistente devenir de los dictados económicos ha logrado que la suma del coste de esos tres conciertos alcance, tal vez, el importe de la entrada de pista para solo uno de ellos. Pero las cosas son así, nada mantiene el mismo precio durante veinte años, es el costo de la vida. Sin embargo, desde hace un tiempo estamos asistiendo a un nuevo paradigma de adquisición de entradas que podría rozar la condición de piratería o, al menos, de mangoneo de guante blanco. Hablamos del sistema de precios dinámicos y otras prácticas que suceden a su amparo.

Un breve vistazo al pasado reciente

Comprender bien todo este entramado requiere remontarse a 2010, cuando la plataforma Ticketmaster se funde con la promotora Live Nation para dar a luz algo que queda bautizado como Live Nation Entertainment. El ADN de esta nueva criatura contiene trazas de promoción, gestión y organización de grandes eventos, así como de venta masiva de localidades. Ante tal panorama, fueron muchas las voces que comenzaron a hablar de prácticas deshonestas, del establecimiento de hábitos monopolísticos que solo podían perjudicar a todos aquellos que gustasen del disfrute de un buen espectáculo en vivo. Si el tiempo les dio la razón, lo veremos a continuación.

Concierto precios dinámicos

Una vez sentadas las bases podemos dar un nuevo salto en el tiempo, esta vez hacia adelante y hasta un pasado relativamente reciente respecto al momento actual. A no ser que se haya estado viviendo en un baúl de plomo herméticamente cerrado y enterrado varios pies bajo el suelo, quien más quien menos habrá escuchado alguna crónica al respecto. Noticias sobre entradas de conciertos que alcanzan precios obscenos, cantidades que en los casos más exagerados pueden traducirse en hasta 5000 unidades monetarias, generalmente dólares. Y aunque esta suma responde solo a un ejemplo extremo, aunque verídico, que solo sirve para llamar la atención e ilustrar la situación, la realidad es que ver a un artista de primera línea internacional puede llegar a costar hoy en día entre 300 € y 500 €. Todo esto, por supuesto, se lo debemos a Live Nation Entertainment.

¿Cómo funciona el sistema de precios dinámicos?

Los ideólogos del sistema de precios dinámicos justifican su creación en la necesidad de recuperar lo perdido durante la pandemia de la covid-19, en el elevado coste de unas giras que cada vez resultan más ambiciosas, en el hecho de que los músicos ya no ingresan tanto mediante la venta de discos y en la asunción de nuevas medidas efectivas frente a la reventa. La inspiración para esta ocurrencia puede buscarse en la venta de billetes de avión o habitaciones de hotel, casos en los que el importe final se encuentra sometido a constantes variaciones. Así, el coste de las entradas para un concierto se ajusta automáticamente en función de la demanda del mismo. Es el mercado, amigo. Cuanta más gente esté tratando de adquirir un pase, mayor será su coste.

Precios dinámicos

Para ilustrar todo esto, imaginemos que El Gran Grupo del Momento anuncia una fecha en el estadio de los Yankees. La capacidad de este recinto supera los 54000 espectadores, pero es posible que en el momento que comience la venta sean muchísimas más las personas que estén tratando de lograr una plaza. Todo el mundo sabe que el aforo para estos conciertos puede llenarse en cuestión de horas. La demanda, evidentemente, es astronómica en ese instante y las entradas enseguida alcanzarán cifras que rebasarán absurdamente su precio inicial. El resultado es el de siempre; las localidades se agotan en tiempo record pero con la particularidad de que unos habrán pagado 500 $, otros 700 $ e incluso habrá quien haya desembolsado 1500 $ o más. La plataforma de venta es Ticketmaster.

Además, y partiendo del hecho de que un cliente no posee completamente un objeto hasta que haya pasado por caja, el sistema de precios dinámicos no deja de actuar mientras la entrada elegida permanece en el carrito virtual. Así, alguien puede lograr una localidad por un precio X, seleccionarla y llevarla a su cesta de la compra. Mientras tanto, tal vez le apetezca seguir navegando en busca de otro producto, o quizás deba pasar a formar parte de una cola virtual. Y cuál será su estupor cuando se disponga a realizar el pago y compruebe que su elección ya no cuesta X sino “X +mucho dinero adicional”.

Pero esto no es todo, ya que una vez adquirido el boleto se aplican los costes de gestión. Y, sorpresa, este último giro de los acontecimientos puede hacer que el montante final se encarezca hasta un 30 % sobre el precio base. Como justificación, Live Nation Entertainment alega que de este sobreprecio se derivan pagos a diferentes agentes como el artista, el recinto y el promotor (que en algunos casos son ellos mismos).

Falsos llenos y reventas oficiales

Ya en 2010, cuando la fusión se materializó, muchas voces se elevaron en tono profético. Bruce Springsteen, por ejemplo, afirmó que “no podía haber nada más perjudicial para el fan, porque volveríamos a una situación cercana al monopolio en la venta de entradas”. Tal vez, si en ese momento el buen Boss hubiese tenido una máquina del tiempo, no habría hecho esas declaraciones. El caso es que la palabra monopolio es una de las que más se repiten a la hora de describir el sistema de precios dinámicos; bueno, esa y otras como timo, estafa, tomadura y pelo.

Bruce Springsteen

La cuestión es que el proceso no siempre es todo lo transparente que debería y, además, está sujeto a determinadas prácticas tangenciales que lo enturbian todavía más. Una de las principales críticas viene de la mano de los falsos sold outs, consistentes en que Ticketmaster anuncia que las entradas se han agotado y tiempo después saca milagrosamente a la venta unos cuantos miles de asientos más a precios desorbitados. ¿Quién en su sano juicio renunciaría a una segunda oportunidad? Por supuesto, el elevado coste de estas nuevas localidades no tiene por qué permanecer en el estatismo.

Sin embargo, es en el apartado de la reventa donde saltan las chispas más brillantes. Para muchos, el ejemplo del párrafo anterior ya está considerado como una práctica de este tipo, pero, además, Ticketmaster permite que alguien que ya haya adquirido entradas las ponga de nuevo a la venta en su propio sistema al precio que considere oportuno. De esta manera, la plataforma absorbe a su principal antagonista y permite que sus clientes adopten el rol de official reseller. Un negocio redondo teniendo en cuenta que sobre estos asientos que vuelven a estar en circulación se aplicarán nuevos gastos de gestión que irán directamente a las arcas de Live Nation Entertainment. Dos por uno, como en Carrefour.

¿Y qué podemos hacer frente a todo esto?

Llegados a este punto la solución parece cristalina; basta con no recurrir a los servicios de Live Nation Entertainment. Pero si fuera tan fácil no habríamos llegado a este punto, ¿verdad? Ticketmaster abraza una cuota de mercado cercana al 70 % y, en su nicho, Live Nation es una de las empresas con mayor volumen de trabajo, si no la que más. Esta última organiza y promociona muchas de las grandes giras mundiales y, elemental, la plataforma de venta de entradas de Ticketmaster va en el paquete. Por supuesto, un recinto puede negarse a trabajar con Ticketmaster, pero entonces se arriesga a que Live Nation se lleve el concierto a otra parte. El trabajo conjunto de ambas empresas se antoja opaco, el sistema de tarifas es cuestionable y, en general, no cesan las acusaciones de prácticas poco honestas y monopolísticas.

Público precios dinámicos

Ticketmaster se defiende alegando que estos precios dinámicos no se aplican sobre todas las entradas que salen a la venta. Y esto es cierto. Los paquetes VIP y las experiencias tipo meet and greet acostumbran a ofrecerse bajo un coste único que, ya por sí mismo, resulta siempre difícil de asimilar para el común de los mortales. Así, este tipo de tarificación afecta solo a un porcentaje de las localidades, un tanto por ciento bastante destacable que acostumbra a coincidir con las más demandadas, pero que nunca es el 100 %. Muy bien, Ticketmaster.

Además, en su afán de distribuir competencias, la plataforma pone a disposición de los músicos la posibilidad de fijar un precio más allá del que las entradas no podrán encarecerse. Un tope de toda la vida. De esta manera, el músico de turno asume parte de la responsabilidad y Live Nation Entertainment puede lavarse las manos o, al menos, algunos dedos.

El importante papel de los músicos

Porque, siendo justos, también habría que ejercer de abogado del diablo para repartir un poquito las culpas. Ticketmaster cuenta con un sistema de precios dinámicos, esto es así, pero su aplicación no es obligatoria. Al final, parece que son los promotores o los propios artistas quienes deciden acogerse a él sabiendo en la mayoría de casos cómo funciona y qué consecuencias tiene sobre el bolsillo de los compradores. El dilema reside en que, al menos en Estados Unidos, la gran mayoría de músicos de proyección internacional recurren a él para gestionar la venta de sus entradas. Es de suponer que con la certeza del lleno asegurado, la posibilidad de obtener mayores ganancias sea más jugosa que el mantenerse en el lado honesto de las cosas. Por supuesto, las críticas son constantes y la credibilidad de muchos desciende como un buzo en Filipinas.

Taylor Swift

Uno de los casos que más ruido ha emitido en los últimos tiempos es el de Bruce Springsteen, que tras renegar repetidas veces del sistema de precios dinámicos ha cedido finalmente a sus encantos provocando un agrio sentimiento de desencanto entre todos aquellos que lo seguían considerando como el último working class hero de la música contemporánea, especialmente antes de que las entradas de su última gira estadounidense alcanzasen precios absurdamente estratosféricos. El artista se ha justificado alegando desconocimiento, pero resulta difícil pensar que alguien de su categoría no controle estos rincones de la gestión de su imperio.

Como es de esperar, el público no ha recibido con los brazos abiertos este nuevo arquetipo de compra de localidades y ya son algunos los casos que evidencian un descontento más que general. Robert Smith, de The Cure, denunció públicamente los sobrecostes de las entradas para sus conciertos y logró que Ticketmaster se comprometiese a devolver una pequeña cantidad de estos a todos los usuarios registrados que los reclamasen. Otro suceso más relevante ha ocurrido a la sombra de la última gira de Taylor Swift. El caos generado durante la venta de entradas fue tal que, a comienzos de 2023, demócratas y republicanos unieron fuerzas en el Senado de Estados Unidos para denunciar las prácticas de Live Nation Entertainment y abrir el melón de la conveniencia de separar de nuevo a Ticketmaster y Live Nation.

¿Llegarán los precios dinámicos a Europa?

Hoy por hoy, el sistema de precios dinámicos se ha aplicado de manera mayoritaria solo en Estados Unidos. Esto no significa que nunca vaya a llegar a otras partes del mundo; por supuesto, ya hay precedentes. En España, sin ir más lejos, ya se aplicó de forma discreta y sobre un porcentaje mínimo de las entradas para los conciertos que U2 ofreció en Madrid como parte de su gira de 2018. Más recientemente, unos pocos fans de Bruce Springsteen pudieron adquirir sus localidades para las actuaciones de Barcelona a precios singularmente más elevados que los establecidos como generales. El aforo para estos mismos shows, además, se agotó en cuestión de horas, pero meses después se anunció la puesta a la venta de nuevos asientos que, por lo que sea, no habían encontrado dueño en su momento. 

The Cure

El porqué de que Live Nation Entertainment no haya extendido todavía esta práctica hacia Europa y otras zonas del globo no está completamente claro. Es muy posible que el modelo capitalista estadounidense, claramente enfocado al endeudamiento y al consumo masivo e irreflexivo, tenga mucho que ver con esto. Tal vez los gerifaltes de los precios dinámicos intuyan que fuera de ese terreno tan fértil las cosas no vayan a funcionar del mismo modo. Quizás, no lo sé. A este lado del charco las entradas se han encarecido, pero no más de lo esperado teniendo en cuenta la situación económica de inflación que gobierna desde hace más de un año. Esto no hace más que poner trabas al argumentario de Live Nation Entertainment ya que, si tan caras resultan las giras, ¿cómo es que los precios tras cruzar un océano son mucho más bajos que en casa?

2023 estaba destinado a ser el año de las grandes giras. El momento en el que los músicos más admirados iban a retomar su actividad en directo y sin restricciones. Bruce Springsteen, Coldplay, Metallica, Madonna, Roger Waters, Taylor Swift… el catálogo es apabullante. Sin embargo, todo este entusiasmo se ha visto enturbiado por toda esta amalgama de prácticas deshonestas, turbias y opacas que no dejan sino una amarga sensación de engaño y el aire trufado de preguntas como: ¿está buena parte de la música en directo destinada a convertirse en un producto de lujo?

Imágenes de CErixsson, Jernej Furman, Swimfinfan, Festival Sensacional, Ronald Woan y Taylor Ramos.

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