SOBRE EL CIERRE DE SALAS DE CONCIERTOS. UNA CHARLA CON TORI SPARKS (PARTE 3)

SOBRE EL CIERRE DE SALAS DE CONCIERTOS. UNA CHARLA CON TORI SPARKS (PARTE 3)

Hace ya un buen rato que comenzamos a desgranar junto a Tori Sparks las posibles razones por las que últimamente han cerrado tantas salas de conciertos de pequeño y mediano tamaño en España. La conversación está siendo profunda, directa y en ocasiones personal. Hemos analizado lo que hoy en día supone actuar en vivo en este país y, al mismo tiempo, se han definido las causas que han conducido al actual panorama, así como las consecuencias del mismo. Nos hemos atrevido incluso a proponer soluciones.

Pero un tema complejo y variado como este no puede reducirse estrictamente a responder una pregunta como ¿por qué están cerrando todos estos espacios? Es por eso que consideramos oportuna una tercera parte que profundice en algunos temas que, si bien pueden no tener una relación directa con el objetivo principal de esta entrevista, sí que son tangenciales al mismo y ayudan a entender mejor el funcionamiento actual de muchos espacios o programas de música en directo en lo referente a su relación con los músicos. Específicamente en la parte contractual que debe contemplarse al organizar un concierto.

Tori Sparks ha sido durante dos años secretaria del Sindicato de Músicos de Cataluña y esta experiencia le ha llevado a conocer y comprender la ley española respecto a cómo deberían ser las cosas cuando un músico quiere actuar en una sala o en un festival. Antes de empezar, Tori me advierte sobre su alta capacidad para hablar sobre el aspecto legal de la contratación de músicos y sobre el riesgo de que esta parte final de nuestro encuentro se convierta en “un monólogo de una hora”.

Tori Sparks. Salas de conciertos. Foto de Manuel Samaniego

Pero antes de empezar creemos necesario mencionar que la información incluida tanto en esta tercera parte del artículo como en las otras dos anteriores no debe tomarse como una serie de consejos legales para ningún caso específico ya que, quede claro desde el principio, el contenido de esta entrevista no puede ser el sustituto de una consulta con un abogado o un gestor.

¿Cómo contratar a un músico? Manual de legalidad

Ahora sí, vamos allá. La pregunta principal es esta: ¿has notado en los últimos años algún cambio significativo en el modo en que las salas de conciertos realizan la contratación de artistas o la gestión de los espectáculos que programan?

“Sí que he notado cambios – dice Tori -. Sé cómo funciona la ley, o cómo debería funcionar, y entiendo por qué algunos están haciendo lo que están haciendo. Pero a pesar de comprender los motivos, sobre todo los económicos, no me gusta, porque no es legal ni ético. Como he dicho antes (en las anteriores partes de este artículo), yo comprendo que las salas, los festivales y todos tienen sus gastos, y no solo quiero que sobrevivan, quiero que tengan éxito, porque como fan de la música quiero que sigan programando. Y como músico profesional, también”.

Tori Sparks recuerda sus primeras giras europeas y cómo era habitual que le pagasen en efectivo o, en ocasiones, mediante transferencia, sin pedir factura. Como mucho mediante un recibo. Era una práctica normalizada en Estados Unidos, pero también en Francia, Italia, Grecia, Inglaterra, República Checa, Alemania, España… en todas partes. “Yo estaba haciendo mi parte a nivel legal y daba por hecho que los sitios donde actuaba también. Tú tocas en una sala, te pagan, e igual que ellos suponen que tú te has ocupado de tu parte (pagar tus impuestos en tu país, viajar legalmente, etcétera),  tú imaginas que ellos se han ocupado de lo suyo”.

Más adelante, tras mudarse a España, la realidad quedó al descubierto: “Me di cuenta de que no estaban funcionando legalmente en casi ningún sitio donde yo tocaba. Casi todos actuaban en lo que me parecía un área gris. No estaban haciendo estrictamente lo que debían según la ley pero, como iba a aprender rápidamente, muchas cosas funcionaban así aquí”.

Salas de Conciertos

“Bien, lo que yo no sabía y muchos músicos todavía hoy no saben es que según la ley, el Real Decreto 1435/1985, de 1 de agosto, (por el que se regula la relación laboral especial de los artistas en espectáculos públicos), la promotora del evento musical tiene que dar de alta a todo aquel que trabaje en el evento, incluidos los músicos. ¿Qué significa esto? Pues significa que la entidad promotora, para cualquier concierto, tiene que dar de alta al músico igual que debería estar de alta quien esté trabajando en la barra. Esto ha sido así siempre desde el año 1985, pero antes casi ninguna sala lo hacía, casi ningún festival lo hacía… al menos en los sitios donde toque yo durante esa época”.

Viejos hábitos, facturas y otros males

Que toda esta relación entre músicos y escenarios se regulase de manera oficial a mediados de los ochenta no supuso en un principio un cambio significativo. Determinados hábitos son difíciles de arrancar, más contando con que la escena española había nacido tarde, durante la década de los años ochenta y de la mano de grupos y artistas individuales que buscaban la oportunidad de poder presentar su trabajo en espacios que se lo permitiesen. Los escenarios, por así decirlo, fueron creándose en base de la necesidad. Todo estaba muy en pañales, muy verde y el espíritu general era más bien libre, fruto de la reacción natural a unas cuantas décadas ominosas. Eran otros años.

Pero ya no hablamos de los ochenta. Tori Sparks comienza a girar por Europa bien entrado el siglo XXI y se muda a Barcelona en 2011, son, definitivamente, otros tiempos.

Aun así, recuerda Tori, “Todo el mundo pagaba en efectivo, todo muy fácil. Luego, poco a poco, hubo cada vez más inspecciones de trabajo en salas de conciertos o en festivales y el gobierno se dio cuenta de que nadie estaba pagando impuestos sobre ese dinero. La obligación legal de las salas y los festivales era dar de alta a los músicos, igual que harían con su barman, con la persona que estuviese en la puerta validando las entradas o con cualquier otro empleado; incluso uno que trabajase por solo un día; por ejemplo, un camarero que sustituye a otro”.

“Pero esto implicaba un gasto extra para los programadores, y lo que empezaron a hacer es pedir facturas a los músicos como autónomos para no pagarles en negro. Así, ante una inspección de trabajo, todo sería legal por parte de la sala o la promotora.  Podrían decir que el o la músico quería presentar factura como autónomo por sus propias razones, que no quería estar dado de alta. De esta manera estarían cubiertos”.

Tori Sparks. Foto de Luis Lecumberri

“Tiene sentido que todo tenga que ser legal, pero pedir una factura a un músico no siempre es legal. Por un lado, había muchos encargados o bookers que ni lo sabían, y simplemente estaban haciendo lo que alguien (su jefe, un compañero que programaba en otro sitio, un gestor) habían dicho que deberían hacer para cubrirse. Lo hacían sin pensar en el marrón que estaban pasando al artista que presenta la factura. Pero, por otro lado, había otros que sí sabían lo que estaban haciendo, simplemente les daba igual”.

“Solo tienes que presentar factura a un sitio en un par de circunstancias: si tú eliges hacerlo por alguna razón (que pasa en pocos casos) o si tú, además, eres la promotora del evento. La promotora del evento tiene una definición legal, de la que hablaremos ahora…  y si no lo eres, como es el caso de casi todos los artistas que tocan hoy en día en España, presentar la factura implica que estas asumiendo todas las responsabilidades legales y fiscales de la promotora, y esto es un problema para un artista. Por eso digo que pedir una factura a un músico, solista o banda, es pasarles un marrón. Le metes en una situación legal donde asumen riesgos que por ley no les corresponden”.

De salas de conciertos, promotores y músicos

Para comprender mejor todo esto, Tori me comenta que, en una situación normal, hay tres figuras básicas: el espacio, la promotora y el artista o músico. “Si hay una entidad promotora, ellos contratan al músico, firman un contrato con él y firman otro contrato con el espacio donde se va a hacer el concierto. La promotora tiene la obligación de dar de alta a los músicos según la ley; quiero decir individualmente al artista si es solista, o a él o ella y todos y cada uno de los músicos si es una banda”.

“Pero si no hay promotora funcionando como intermediaria, si es la sala quien contrata directamente al músico, entonces esta sala debe dar de alta al músico. No es mi preferencia, es la ley. El problema es que, en muchas ocasiones, se le pide a la banda una factura bajo la excusa de que ellos, los de la sala, no son los promotores, que el evento es del músico ya que es su concierto”.

Tori Sparks. Hangar 05. Foto de Ramón Hortoneda

“Este argumento – aclara Tori – casi nunca funciona a nivel legal, porque incluso cuando no hay una tercera entidad (cuando el trato es solo entre la sala y el músico), si la sala tiene otros empleados contratados que están trabajando durante el concierto (como un técnico de sonido, una persona validando entradas u otras vendiendo bebidas en el bar de la sala), si está sacando un beneficio económico (como el dinero que gana vendiendo dichas bebidas), ya está asumiendo la obligación legal de la promotora de este evento. Entonces tiene que contratar también a los músicos igual que tiene la responsabilidad de contratar a sus demás trabajadores”.

“El sitio en sí solo está exento de esta responsabilidad cuando su función no va más allá de ser el espacio. Cuando alquila su espacio a otra persona u entidad (a una promotora o a un artista que directamente asume la responsabilidad de promotora) y no saca ningún otro beneficio de esta transacción”.

“Un ejemplo claro sería el de alguien que alquila una nave para un evento, o una sala de conciertos con equipo de sonido, luces y todo, pero que no se inmiscuye en nada más: no pone a nadie de su propio personal y no saca ningún beneficio económico de la venta de entradas, ni de las bebidas, ni del merchandising. Su único beneficio económico viene del alquiler que percibe como dueño del local”.

“En estos casos, quien organiza el evento, la persona o entidad que paga este alquiler, se encarga de todo: pone a sus trabajadores, vende sus bebidas, se encarga de los requisitos legales de seguridad y tiene que dar de alta a todo su personal, músicos incluidos. Y si esta persona, la que alquila el local, es al mismo tiempo el músico que va a actuar en la sala, entonces está asumiendo el papel de promotor del espectáculo, a propósito y bajo condiciones legales. Entonces, en estas circunstancias, sí que es legal que el dueño de la sala le pida una factura por el alquiler; porque esta se refiere exclusivamente al alquiler del local. Pero si no se dan exactamente estas condiciones, no es legal pedir ni una factura ni un alquiler al músico”.

“Pero muy pocas de las veces que un artista o una banda toca en un club, un teatro, un festival u otro lugar, las circunstancias son estas – dice Tori – Y entonces, cuando piden una factura al artista, este está asumiendo una gran responsabilidad legal, tanto sobre las altas de los demás músicos como sobre su seguridad, y no es correcto. Encima, el problema es tanto legal que económico: si hay una inspección de trabajo, ahora que el músico que presenta la factura ha asumido técnicamente esta responsabilidad de promotora, le pueden multar si él o ella no ha dado de alta a los demás músicos del proyecto; imagínate”.

“Y pocos lo pueden hacer, porque incluso si quisieran pagar estas altas, con las tarifas tan ajustadas que están pagando la mayoría de las salas, no podrían hacerlo. ¿Entonces qué tienen que hacer? Pues pasar el marrón aún más allá y pedir facturas a sus propios compañeros en su proyecto musical. Al final, son prácticas que acaban poniendo al músico en una situación poco ética y cero factible”.

Tori Sparks. Flamenco-rock. Foto de Jimmy Cervera

“Volviendo al tema de la responsabilidad del promotor – continúa Tori – tanto los promotores que programan festivales o circuitos de conciertos, como las salas que tienen sus barras y sus propios empleados trabajando están legamente obligadas a dar de alta a los músicos desde el año 1985”.

“¿Por qué no lo hacen? ¿Por qué no simplemente cumplir con la ley y todo ok? Pues porque representa un coste extra para ellos, un gasto que antes nadie les exigía que pagasen aunque lo contemplase la ley desde hace décadas. Ahora que el gobierno está insistiendo que alguien pague estas altas, la mayoría pasan el marrón al músico. Y si el músico insiste sobre sus derechos, buscan a otro y ya está. Es así de triste. El músico se encuentra en una situación muy precaria.”

“¿Y qué vas a hacer si un promotor o una sala te dice esto? ¿Vas a llevar a juicio a cada club o festival que no quiere asumir su responsabilidad legal? Nadie va a programar en la vida a un artista que hace esto, ¿verdad?”

La consecuencia en estos casos está clara. “Muchos músicos han aceptado estos tratos abusivos, presentando facturas en lugar de estar dados de alta. Y aún peor, muchas salas de conciertos hoy en día están empezando a pedir alquileres a los artistas por tocar, que ya es no solo absurdo (sería como alquilar la cocina de un restaurante al chef), es doblemente ilegal. Pero muchos dicen que sí si sienten que no tienen otra opción”.

La responsabilidad de todos

“Esta es una cosa que no se dice en voz alta normalmente. Todos queremos y necesitamos trabajar, y nadie quiere problemas. Y ni todos los músicos ni todas las salas de conciertos saben cómo debería funcionar todo esto según la ley. Muy loco todo”.

“Lo que no comprendo – comenta Tori – es por qué no hay consecuencias. Hasta en eventos patrocinados por el propio gobierno piden que tú te des de alta como autónomo. No sé, es como si los ayuntamientos no tuviesen clara la ley española o algo así, no lo entiendo. Y si pasa esto ¿qué esperanza tenemos de que una sala pequeña lo vaya a hacer bien? He hablado con dueños de salas pequeñas que son amigos míos y a veces casi ni entienden todo esto, porque están demasiado preocupados por intentar mantener sus puertas abiertas, por todas las razones que ya hemos hablado antes (nota del editor: en las partes uno y dos de este artículo)”.  

Salas de conciertos

“Es súper complicado, es muy jodido, es muy, muy retorcido, y el problema es que acaba perjudicando a todos nosotros: a las salas de conciertos, a los fans, al ecosistema musical entero, y claro, a los músicos. Necesitamos soluciones para esta situación pero ya, porque mientras tanto quiero encontrar la manera de seguir ganándome la vida como músico y pagar a mi equipo. Lo último que yo quiero como músico es que, cuando se me contrate, una sala acabe sufriendo o perdiendo dinero. Yo quiero que prosperen y que sobrevivan, nos necesitamos los unos a los otros”.

La situación muestra trazos complejos e, irremediablemente, regresa al eje rotor de todo esto. “Este para mí es el problema principal de la música en España, la falta de protección legal para el trabajador y la trabajadora como músico… y como técnico de sonido, también les pasa mucho”.

Entonces, ¿cómo podríamos arreglar esta situación? “Pues primero, que las salas de conciertos que cobran alquiler, dejen de hacerlo, porque es abusivo e ilegal. Segundo, debería llegarse a un acuerdo con el gobierno, a una manera de gestionar las altas para los músicos de forma que sea asequible para las salas y las promotoras, para que no sea un gasto que no puedan asumir. El gobierno tiene que poner su parte. Y luego, obviamente, que nadie, ni el gobierno, ni las salas, ni un promotor, pida a los músicos que presenten facturas cuando es su derecho legal estar dados de alta en su trabajo”.

A modo de despedida. Defendamos a las salas de conciertos

Ahora sí, nuestra charla concluye. Pero Tori Sparks se resiste a abandonarnos sin antes hacer un llamamiento a la defensa de la cultura y reconocer a todos aquellos que sí que están haciendo bien las cosas. Que los hay, y son muchos.

“Por lo que he visto, las salas que intentan actuar honestamente, las salas que te cuidan, que te tratan bien, los que jamás se aprovechan de los músicos y que hacen todo para apoyar y fomentar la cultura en general, lo tienen tan difícil… porque no tienen casi ningún tipo de apoyo. Ojalá encontremos alguna manera de que esta epidemia se frene, porque si no, vamos a terminar siendo solo un país de bares y discotecas, que molan, vale, pero es como acabar siendo un lugar donde los únicos sitios para comer son McDonald’s y Telepizza. Faltaría diversidad y calidad en la cultura local”.

“Queremos más diversidad, más cultura, y creo que podría hablar por cualquier persona, no solo por el músico. Espero que poco a poco aumente la conciencia pública, gracias a entrevistas como esta, espero que la gente empiece a tomarlo como algo personal: esta es mi ciudad, este es mi país, esta es la música que me importa a mí, quiero ayudar a salvarla y para hacerlo tenemos que salvar a estas salas de conciertos”.


Tori Sparks. Fiestas de Gràcia. Foto de Javier Monsalve
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