INTELIGENCIA ARTIFICIAL Y MÚSICA. CLAVES, REALIDAD Y DUDAS

INTELIGENCIA ARTIFICIAL Y MÚSICA. CLAVES, REALIDAD Y DUDAS

El 4 de abril de 2023 se estrenó una de las novedades discográficas más impactantes del año. Ese día, varias de las principales plataformas de streaming incluían en su catálogo una imprevista colaboración entre The Weekend y Drake que llevaba por nombre Heart on my sleeve. La sorpresa fue tremenda. Nadie lo había visto venir ya que la canción venía arropada por un silencio blanco y estremecedor; ninguna campaña publicitaria la había ni siquiera insinuado, no se publicaron noticias desde ningún medio ni agencia de promoción, las redes sociales también quedaron al margen y los dos artistas participantes no habían dado ninguna señal de esta alianza artística. Superada la incertidumbre y el pasmo inicial, el tema fue un rotundo éxito. No es que destacase por su calidad ni por su originalidad pero, claro, eran The Weekend y Drake cantando codo con codo. O al menos lo fueron hasta que en cuestión de horas ambos artistas negaron la mayor: ellos no habían grabado Heart on my sleeve y no tenían nada que ver con su composición o su distribución. Pero ahí estaban sus voces. Entonces, ¿qué era todo esto? Muy sencillo, la canción era obra de un usuario de TikTok llamado ghostwritter977 y las voces de ambos cantantes habían sido generadas mediante patrones de inteligencia artificial y música.

Como podrán imaginarse, el debate resultó calentito. No es que esta fuese la primera vez que la interacción entre inteligencia artificial y música saltase a la palestra, pero la fidelidad de las voces y la naturalidad de la composición fueron el detonante que avivó las ascuas de la controversia. La reacciones fueron en general adversas y en ellas se dejaba ver el temor hacia una realidad bien palpable; una que evidenciaba la facilidad de crear algo que no era del todo cierto, algo que podía venderse como lo que no era vulnerando, de paso, varias consideraciones legales y morales. Por supuesto, toda esta polémica no hubiese resultado tan intensa si Heart on my sleeve no hubiese sonado creíble. Tal vez la canción no sea todo lo buena que pudiera esperarse de una colaboración de semejante altura, pero la verdad es que detrás de ella había un compositor humano que había creado la música, aunque posteriormente se apoyase en herramientas de última tecnología para reproducir e insertar las voces clonadas de The Weekend y Drake.

Opiniones en contra y gente a favor

El recelo hacia esta fórmula de creación es comprensible y, en los casos más razonables, genera discusiones que miran más allá de las implicaciones apocalípticas y se asientan en problemas reales como, por ejemplo, la necesidad de un corpus legal que regule todo esto. Porque las preguntas son muchas: ¿cómo identificamos una falsificación generada con inteligencia artificial?, ¿qué sucede en estos casos con los derechos de autor?, ¿de qué manera se repartirían los beneficios generados por una canción como Heart on my sleeve?, ¿qué papel juegan en este partido las discográficas y los propios artistas?

Por supuesto, igual que hay reacciones en contra existe una corriente igualmente potente de profesionales que se posicionan a favor del empleo de esta tecnología. Para ellos, la inteligencia artificial actúa como un nuevo paradigma de creación musical, un paso más allá en la generación de herramientas creativas que faciliten la tarea compositiva, productiva o comunicativa. Algunos músicos han dado un paso más allá ofreciendo su voz a quien la quiera utilizar a cambio de un reparto de los beneficios generados por todas las obras que se creen mediante ella.

Robot piano

Como puede verse, el debate en torno a la relación entre inteligencia artificial y música es complejo. Por supuesto, este puede plantearse desde perspectivas totalmente polarizadas; desde dantescos planteamientos propios de la ciencia ficción o mediante ópticas donde todo vale y en las que la barrera de lo lícito y lo íntegro es fácilmente traspasable. Pero la realidad no se mueve en los márgenes y nos revela que la inteligencia artificial es precisamente eso, una realidad, y no un algo pasajero que desaparecerá como pasaron de moda los pantalones de campana. Sin embargo, tampoco hay que caer en el error de pensar que este escenario es totalmente nuevo ya que, como vamos a ver, existen precedentes.

Inteligencia artificial y música, primeros pasos

En 2016, el compositor francés Benoit Carré logra una residencia artística en el laboratorio de informática de Sony. Ahí, coincide y colabora con Francois Paçhet, un científico e investigador que ocupa su labor profesional en la producción de herramientas orientadas al desarrollo de la inteligencia artificial en la música. Como resultado de esta ecuación surge Daddy’s car, una composición al estilo de The Beatles que, además, es el primer ejemplo de canción creada mediante inteligencia artificial. Para dar a luz este prodigio se empleó una base de datos de estilos musicales con más de trece mil páginas. A partir de ellas, un programa informático generó combinaciones únicas a las que se añadió una letra escrita con antelación por una mente humana. Musicalmente hablando, el resultado es flojo. Sin embargo, Daddy’s car marcó un hito en la investigación que fue cementado un año después con la salida al mercado del primer disco generado íntegramente mediante inteligencia artificial. Detrás de todo esto estaba Benoit Carré, aunque bajo el nombre de Skygge. El álbum llevaba por nombre Hello world.

La era de la IA generativa

Desde entonces y hasta ahora, los avances en la materia han sido estratosféricos y nos han conducido a una nueva era, la de la inteligencia artificial generativa. A grandes rasgos, esta tecnología destaca por su capacidad de aprendizaje y puesta en práctica, una habilidad que le permite generar ideas y contenidos nuevos. Estos pueden ser textos, conversaciones, imágenes, vídeos o, como ya hemos visto, música.

La realidad vuelve a ser la misma, la inteligencia artificial ha llegado para quedarse y frente a eso poco puede hacerse. Este escenario representa un punto más en la eterna reticencia de la humanidad frente a determinadas formas de progreso. Ya pudo verse con la invención de la imprenta. Del mismo modo, la aparición de los discos de vinilo y su comercialización masiva también generó cierto temor entre determinados estratos de la industria, igual que sucedió con la generalización de la televisión como electrodoméstico o con la eclosión de internet y toda esa piratería asociada. Todos estos episodios supusieron dudas, reestructuraron la realidad laboral de determinados sectores profesionales, generaron polémicas, requirieron soluciones y catalizaron trasformaciones mentales o culturales. La diferencia respecto a la situación actual tal vez resida en que ahora los cambios son más rápidos, todo sucede a una velocidad nunca antes experimentada y en ocasiones da la sensación de que apenas queda tiempo para reaccionar.

Inteligencia artificial y música, guitarras

En febrero de 2023, David Guetta presentó en directo un tema en el que clonaba la voz del rapero Eminem. Luego dejó bien claro que solamente lo hizo como una broma, como un testeo de lo que la inteligencia artificial podía alcanzar, y que no pensaba comercializarlo. Aquí, su papel es el de alguien que siente curiosidad por esta clase de avances tecnológicos y que los entiende como una herramienta contributiva, aunque en sus declaraciones también se abrió la puerta a un posible nuevo disco generado al completo mediante inteligencia artificial. La idea podría dar vértigo, pero para que este experimento salga bien siempre se requerirá de alguien (Guetta, en este caso) que sea capaz de manejar la tecnología hábilmente. En resumen, si un buen músico emplea inteligencia artificial de manera correcta, el resultado será probablemente bueno (al margen de recelos, gustos o posicionamientos). Si un mal músico hace lo mismo, lo más seguro es que obtenga algo que no valga la pena.

Mala praxis y usos favorables  

Los temores actuales, por otra parte, no son infundados. Imaginemos un contexto en el que las discográficas puedan emplear este tipo de tecnología libremente. Los más tremendistas pintarían un cuadro en el que tanto los artistas como los derechos de autor habrían sido borrados de mapa; un mundo en el que la música se reduciría a una serie de composiciones computerizadas, sin alma y facturadas en cadena, un material frío y creado mediante retales mal cosidos. Esto, considero, está muy lejos de materializarse. Por muchos motivos entre los que destaca que la inteligencia artificial, hoy por hoy, no es capaz de crear una canción completa desde cero, al menos una que suene bien, que tenga alma y pueda sustituir a otra escrita e interpretada por humanos. Y si alguien piensa lo contrario, tal vez debería revisar su capacidad de valoración artística.

Al final, por supuesto, todo lo referente a la interacción entre inteligencia artificial y música puede ser un arma de doble filo. Las posibilidades son gigantescas y ofrecen toda clase de cuestionables oportunidades; desde apoyo vocal en conciertos, hasta la capacidad de completar partes instrumentales en estudio, rejuvenecer y replicar voces o crear nuevos intérpretes a partir bancos de datos sonoros. Por otra parte, estas mismas herramientas tienen la capacidad de servir como un apoyo realmente eficiente en labores de planificación, investigación, simulación, comunicación y producción. Sucede como con casi todo; bien empleada, la inteligencia artificial puede ser una ayuda de inmensa valía, incluso un instrumento a favor del ocio más mundano e intrascendental. Pensemos en las posibilidades lúdicas de estos avances aplicadas, qué sé yo, a un karaoke.

Inteligencia artificial y música, piano

Hoy en día incluso existen plataformas que crean música a partir de texto. Tú les dices: “quiero una melodía de inspiración jazz que encaje a la perfección con una sesión de pringoso romanticismo”. Y ahí la tienes, lista para acompañar la escena más cutre de una película de serie Z, o un viaje en ascensor, vale para ambas. Igualmente, muchos sonidos ambientales o de relajación libres de derechos ya son generados mediante inteligencia artificial. Pero en estos casos, el resultado responde siempre a los mismos patrones: frialdad, efectividad, falta de carácter y ausencia de interés artístico. La inteligencia artificial, en definitiva, es capaz de crear música por sí misma, pero todavía falta mucho tiempo para que pueda componer canciones que realmente puedan ser consideradas como piezas de real maestría. Mientras tanto, debemos asumir que su existencia no es pasajera, que ha llegado para quedarse y que posicionarnos en su contra de manera encomiada no conducirá a ningún buen puerto. Dadas las circunstancias, lo más sensato sería plantear cuáles deberían ser los siguientes pasos.

Inteligencia artificial y música. El vacío legal

A nivel tecnológico, estamos ante la eclosión de un nuevo paradigma que precisa códigos y normas; un conjunto legal que lo ampare, pero que también lo regule, lo controle y lo identifique. La relación entre inteligencia artificial y música debe ser entendida bajo el prisma de una herramienta y, como tal, esta será susceptible de ser empleada de múltiples formas: como un complemento que apoye la labor de creadores y profesionales o como un instrumento que permita realizar acciones de dudosa valía artística y legal.

El principal problema parece ser la falta de un corpus legislativo férreo y eficiente. Cada vez se hace más patente la necesidad de crear una sólida personalidad jurídica que regule los sistemas de inteligencia artificial. Su uso no puede ser ilegal, por supuesto, pero su aplicación debe tener límites para evitar vulnerar los derechos de los artistas o para permitir identificar qué composiciones o qué partes de estas han sido generadas mediante este tipo de tecnologías. Imaginemos que un grupo decide crear sus guitarras mediante inteligencia artificial. Lo lícito, pienso, sería que al menos estuviese obligado a detallarlo, a hacernos saber que existe un miembro fantasma en la banda. Todo esto, por supuesto, es cuestionable y generaría (generará) opiniones polarizadas. Pero al menos debería estar encorsetado por leyes que lo regulasen y que, al mismo tiempo, sancionasen cualquier uso indebido.

Robot tocando el violín

En este sentido ya se están dando algunos pasos. Reino Unido, por poner un ejemplo, ha creado la figura del Computer Generated Works, un recurso legal que trabaja a favor de reconocer, identificar y proteger los derechos de autor de obras creadas mediante inteligencia artificial, así como de decidir cuándo una de estas composiciones se adapta al concepto de plagio. La legislación china también parece avanzar en el mismo sentido y, mientras tanto, la Unión Europea y Estados Unidos debaten de vez en cuando al respecto. Las cosas de palacio, ya se sabe.

En definitiva, el vínculo entre inteligencia artificial y música debe leerse como algo inevitable. Puede gustarte más o menos, pero lo que nadie puede negar es que los nuevos paradigmas tecnológicos avanzan en este sentido. Finalmente, todo consiste en cómo identifiquemos estos aportes y en qué uso pretendamos hacer de ellos. El abanico de posibilidades que se ofrece es vertiginoso y, al mismo tiempo, pueden vislumbrarse una inabarcable amalgama de implicaciones ilícitas y amorales. Por eso, repetimos, es necesaria una estructura legal que la defina y la acote.

El ser humano es una máquina creadora impresionante y su esencia, su magia, está muy lejos de ser sustituida por el trabajo de máquinas. Sin embargo, estas segundas pueden estar al servicio del ingenio de las personas, como apoyo, como complemento, como una herramienta facilitadora que, en el fondo, estará programada por sesos y manos de carne y hueso.

Coda

El 2 de noviembre de 2023 vio la luz Now and then, una canción que se vendió como la última obra de The Beatles. Su origen son unas grabaciones en solitario de John Lennon que quedaron en estado de demo y fueron rescatadas, varias décadas después, con el objetivo de ser completadas por Paul McCartney y Ringo Starr. El resultado final es fruto de un trabajo de depuración del sonido original, la inclusión de antiguas pistas de guitarra de George Harrison, la grabación de nuevas secciones por parte de McCartney y Starr y, finalmente, la inclusión de la voz de Lennon restaurada y ampliada mediante herramientas de inteligencia artificial. Todo ello, por supuesto, amparado por una labor de producción que en ningún momento renunció al uso de la tecnología más puntera posible.

Now and then puede ser más o menos de tu agrado, eso es cosa de cada uno. Pero lo que no acepta discusión es su calidad, la sensación de un trabajo bien ejecutado y creíble en el que la inteligencia artificial ha representado un papel fundamental. A fecha de hoy, el single ha sido número uno en lugares como Gran Bretaña o Alemania, y muy poca gente lo compraría engañada. Quien más quien menos, todos conocíamos la realidad; que sin la inteligencia artificial no habría sido posible su realización. Y aquí volvemos a lo mismo, podemos posicionarnos a favor o en contra, pero ya no hablamos de ese Heart on my sleeve que parece ahora tan lejano. Aquí no hay trampa ni cartón; son músicos de verdad complementando su trabajo con tecnología de última generación. Y haciéndolo bien, al menos en el plano de lo técnico.

La historia sigue.

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