
ARROW, LA BESTIA DE HEARTLESS BASTARDS
¿Recordáis aquellas máquinas táctiles que hace algún tiempo proliferaron por algunos bares? Su aparición coincidió más o menos con el declive de los arcades y, aunque la oferta era diferente, funcionaban de manera similar; echabas una moneda y tenías acceso a una serie de sencillos videojuegos que abarcaban desde puzles hasta pruebas de memoria. La principal diferencia era que el jugador manejaba la acción tocando la pantalla con sus manos en lugar de hacerlo mediante un joystick y varios botones. Pues en Dayton, Ohio, había al menos una de ellas. Esa máquina, además, incluía un juego de tipo trivia con una pregunta sobre el nombre de la banda de acompañamiento de Tom Petty. Una de las posibles respuestas era “The Heartless Bastards”. A Erika Wenmerstrom esto le hizo mucha gracia y decidió que si alguna vez fundaba un grupo, así se llamaría.
Breve historia de un nuevo grupo
Años después, en 2012, Heartless Bastards publican su cuarto disco, Arrow. La verdad es que la banda había nacido no mucho después de aquella partida de trivia, en 2002 y mediante una rudimentaria demo de cinco canciones. Su primera aparición en directo tuvo lugar en su Cincinnati natal sobre el escenario de un local llamado The Comet y bajo un formato de trío que se mantuvo hasta su tercer trabajo en estudio. Pero no vayamos tan rápido. En 2004, Erika Wenmerstrom y los suyos firman un contrato con el sello Fat Possum Records gracias a que Patrick Carney, batería de The Black Keys, pasase la demo del grupo a alguien que tenía capacidad de tomar decisiones en la empresa. Graban su primer disco, Stairs & elevators, y parte de la crítica parece hacerse eco del potencial de una banda que en 2009 ya tenían dos trabajos más en el mercado: All this time y The mountain. Para este último, como ya se ha insinuado, el formato trío se rompe en beneficio de la incorporación de una segunda guitarra.

La grabación y la esencia de Arrow
Así, Heartless Bastards firman con Partisan Records y bajo su amparo realizan su mejor trabajo hasta la fecha. Arrow ve la luz en 2012 con una alineación compuesta por Erika Wenmerstrom a la guitarra y la voz, Jesse Ebaugh al bajo, Mark Nathan a la guitarra y Dave Colvin a la batería. Al combo se unen las congas de Matthew Holmes, que aparece acreditado al mismo nivel que el resto de componentes aunque su participación roza lo testimonial. Hasta la fecha, el grupo había mantenido una propuesta de rock clásico facturado con la combinación básica de instrumentos requerida para tal fin. Aquí la base se mantiene inmutable, pero la composición se antoja más compleja, un tanto más ambiciosa y con la pretensión de alcanzar un mayor rango de posibilidades sonoras.
A través de las diez canciones que arman el disco pueden identificarse una serie de lugares comunes que conforman su esencia. Espacios abiertos, carreteras, cruces de caminos, ampulosos paisajes y ciudades que no terminan de resultar acogedoras. Todos ellos se dan la mano para contar historias que hablan de rupturas emocionales, de lugares de paso, de la necesidad de regresar al punto de partida y del desencanto tras haberlo logrado. Tal vez no sea casualidad que en la primera canción se insinúe que la vida es una larga carrera hacia el hogar y el disco concluya con alguien que anuncia a grito pelado que mañana estará en casa. No lo sé. Pero lo cierto es que el conjunto es tremendamente evocador y contiene instantes de absoluta fuerza ilustradora donde la música transmite a la perfección las emociones que la dura voz de Erika Wenmerstrom busca transmitir. Pero que nadie se alarme, por aquí también hay rock, un poco de whisky y otros elementos igual de prosaicos.
Canciones para gustos variados
Arrow comienza con Marathon, un tema de larga duración que arranca lento y con una instrumentación discreta a la que se van sumando elementos e intensidad conforme avanza el tiempo. Se trata de una composición elegante e hipnótica que funciona perfectamente para abrir un disco formado por un conjunto de sonoridades que abarcan estilos como el blues, el rock, el country o el folk. Tras el calentamiento, llega Parted ways, el particular exorcismo sentimental de Erika Wenmerstrom en forma de un rock de estilo canónico que por momentos, especialmente en sus últimas estrofas, parece compuesto por la mismísima Patti Smith. El siguiente corte, Got to have rock and roll, es todo un homenaje a la tradición glam de grupos como T. Rex y contiene uno de los tramos guitarreros más entusiastas del disco. El oyente confiado pensará en este punto que esta va a ser la tónica habitual de Arrow, pero no; los instantes puramente rocanroleros no son habituales y solo se repetirán más adelante en otras dos canciones: Simple feeling y Late in the night.
Podría decirse que muchas de las canciones de Arrow tienen identidad propia. En este sentido, Only for you es uno de los puntos álgidos del disco. Es Erika Wenmerstrom jugando a ser Curtis Mayfield y hablando de las cosas que uno siente cuando se enamora, todo ello mediante un lenguaje de soul y funk armado a partir de melodías y discursos de guitarra totalmente atrapantes. Es posible que algunas divagaciones vocales puedan dificultar la escucha en ciertos tramos, pero aun así el conjunto es impecable y esta es, no en vano, una de esas canciones que todo el mundo espera oír en los conciertos del grupo. Otro corte destacable en Skin and bone. Tal vez alguno se acuerde de las congas que se han mencionado unas líneas más arriba, pues estas hacen acto de presencia en este momento marcando un inicio que suena latino y enseguida se transmuta en un tema folk acústico sin sorpresas, tremendamente efectivo y que apetece escuchar una y otra vez. La línea acústica continúa con Low low low, una canción con un marcado aire sureño de country minimalista que sirve de puerta de entrada al altisonante remate del disco.

Para finalizar, Arrow incluye dos temas más; dos composiciones grandilocuentes y oscuras que transmiten sensaciones similares desde puntos de vista y desarrollos diferentes. La primera de ellas, The arrow killed the beast, es un corte largo, lento y nebuloso que se desarrolla bajo una intensidad sostenida que la dota de un particular carácter y una sonoridad envolvente. Y luego está Down in the canyon, la canción que cierra el disco de manera apoteósica. Al contrario que en el caso anterior, aquí la música no se encorseta y crece en intensidad progresivamente hasta explotar en un tramo final potente y de gran magnitud sonora. Pero antes hemos atravesado más de siete minutos de puro rock de esencia stoner, lento y pesado, con altibajos, cambios de ritmo y una Erika Wanmerston en plenas facultades pulmonares que se desgañita para sentenciar el disco por todo lo alto.
Sin duda, lo mejor de Heartless Bastards
Dentro de la discografía actual de Heartless Bastards, Arrow es sin duda el trabajo más notable. Se trata del álbum con el que la banda encontró finalmente su configuración ideal y su sonido más puro. Tal vez no sea perfecto ni innovador. Vaya, que es muy posible que ningún oído versado en la materia vaya a experimentar grandes revelaciones tras su escucha. Pero el resultado es redondo. En él todo encaja a la perfección; desde la música a las letras pasando por una portada obra de Mishka Westell y que, dicho sea de paso, refleja a la perfección la personalidad de esta obra que merece un poco más de toda la atención que se le pueda ofrecer.
Imagen en directo: Allan Foster.
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