DE FESTIVALES Y SISTEMAS POLÍTICOS. MONSTERS OF ROCK 1991 EN MOSCÚ

DE FESTIVALES Y SISTEMAS POLÍTICOS. MONSTERS OF ROCK 1991 EN MOSCÚ

Las imágenes son a veces más elocuentes que las palabras. Esta en concreto muestra a una persona de espaldas; pelo largo, camiseta de tirantes negra y pantalones del mismo color, ceñidos. Las piernas están separadas y firmemente asentadas sobre el escenario mientras la parte superior de su cuerpo se curva ligeramente hacia adelante. Los brazos, tensos, sostienen a la altura de la cintura una guitarra eléctrica de trazo anguloso. Frente a él se abre una inmensa extensión de bultos que se adivinan personas. Todo se desarrolla bajo una tonalidad ocre y crepuscular. Hay más fotografías similares. Otra de ellas, por ejemplo, se centra solo en la inmensa maraña humana que ocupa el espacio enfocado a través de uno de esos objetivos que logran que todo aparezca curvado, en forma de semiesfera. Aquí y allá se alzan varias torres de control que sobresalen entre tanta gente, tantísima que resulta difícil aventurar una cantidad ni siquiera aproximada. Estas dos instantáneas fueron tomadas el mismo día y pertenecen a la primera celebración de Monsters of Rock en Moscú, un evento difícil de describir y del que, por suerte, es posible acceder a fotografías de relativa mala calidad.

Monsters of Rock

Una breve lección de historia

Para comprender bien la relevancia de este festival hay que hacer primero un pequeño ejercicio de contextualización sociopolítica. Estamos en 1991 y la Unión Soviética atraviesa un intenso periodo de metamorfosis y desequilibrio. Desde su papel como presidente del bloque, Mijaíl Gorbachov había dado luz verde a una serie de intentos de reforma y aperturismo que se materializaron en las políticas de la perestroika y la glásnost, ambas activadas en 1985. La primera de ellas buscaba virar el sistema económico de la unión hacia un modelo cada vez más libre, basado en la economía de mercado y el baile natural entre la oferta y la demanda. Por su parte, la segunda estrategia perseguía una apertura política escenificada a la luz de un conjunto de medidas que dotasen al pueblo soviético de ciertas libertades que hasta el momento habían permanecido ocultas bajo llave.

Con la glásnost se lograron importantes avances sociales. Los medios de comunicación dejaron de estar encorsetados por los dictados del régimen, se excarceló a una nada despreciable cantidad de presos políticos, el estado se abrió a cierto pluralismo ideológico, la libertad intelectual dejó de ser una utopía, se relajó la censura y se desclasificaron documentos secretos que evidenciaban la realidad de los crímenes de Stalin. La luz proyectada desde este foco de transparencia comenzó a iluminar las averías del régimen soviético, que se mostraba con sus deficiencias al desnudo mientras la influencia de la cultura occidental se abría paso con fuerza entre una juventud sedienta de cambios. A la larga, todo este corpus de reformas terminó por poner de manifiesto la caducidad del régimen y los anhelos de progreso que buena parte de la población de la URSS albergaba en su fuero más íntimo.

Glasnost

Este influjo de lo foráneo tuvo su reflejo en la aparición de bandas de pop, rock y heavy metal que reflejaban los sonidos y la actitud predominante en la otra punta de Europa y en Estados Unidos. Poco a poco, la expansión cultural entreabrió las puertas a artistas radicados más allá del telón de acero. Los primeros occidentales en actuar en tierras soviéticas fueron Uriah Heep, en 1987. Ese mismo año Santana dio un concierto en Moscú y, poco tiempo después, fueron Scorpions los que se personaron sobre el escenario. Tras superar estas pruebas de fuego, durante los días 12 y 13 de agosto de 1988 se celebró el Moscow Music Peace Festival con un cartel formado por Skid Row, Cinderella, Bon Jovi, Mötley Crüe, Gorky Park, Ozzy Osborne y Scorpions, que repetían en tierras de la URSS. De manera paralela a este aperturismo musical, un nada despreciable porcentaje de la población soviética se empapaba de todas las formas de expresión cultural e intelectual que llegaban desde regiones del mundo que hasta entonces les habían estado negadas. En 1989 caía el muro de Berlín.

Las costuras de la URSS, en definitiva, comenzaban a romperse.

Moscow Peace Music Festival

Una nueva edición de un gran festival

Y así, con el trasfondo bien definido, regresamos a un año 1991 que celebra la séptima edición del festival Monsters of Rock en su formato itinerante. El cartel de este año estaba formado por The Black Crowes, Queensrÿche, Mötley Crüe, Metallica y AC/DC. Tras la primera actuación del 17 de agosto en Donington Park, la gira pasó por diversos países como Bélgica, Holanda, Austria, Alemania, España o Francia. Pero, sin duda, la parada que mayor interés suscitaba era la que tendría lugar el día 28 de septiembre en el aeródromo Túshino, en Moscú.

Los trámites para llevar este espectáculo hasta la URSS se habían iniciado pocos meses antes de su celebración. Los organizadores rusos, patrocinados por el conglomerado estadounidense de medios de comunicación Time Warner, lograron montar el festival en un tiempo récord durante el cual tuvieron que enfrentarse a la desidia de unas autoridades soviéticas que vaticinaban una asistencia aproximada de unos doscientos espectadores. La realidad es que el ambiente de aperturismo y creciente libertad de expresión favorecía la aceptación por parte del pueblo ruso.

Y ahora, un golpe de Estado

Todo marchaba sobre ruedas hasta que el día 19 de agosto un sector reaccionario del ala más dura del gobierno y del KGB sacó los tanques a la calle en un intento de golpe de estado que mantuvo en vilo al país durante tres días. Fue el conocido como Golpe de Agosto. Por supuesto, este episodio no tuvo nada que ver con la llegada de Monsters of Rock, pero sus consecuencias sí que lo salpicaron ya que, tras fracasar la sublevación, Mijaíl Gorbachov mandó reforzar la presencia militar y policial en las calles con el propósito de mantener la paz y rebajar la tensión social. Solamente faltaba un mes para la celebración del festival y, dadas las circunstancias, las cabezas organizadoras barajaron por unos instantes la suspensión. Finalmente se decidió continuar con el trabajo ya iniciado y adaptar el evento a las nuevas exigencias de seguridad dictadas desde las más altas esferas del poder.

Golpe de Agosto. Moscú

Llega Monsters of Rock

Por fin llegó el día. 28 de septiembre de 1991. Moscú. El cartel de bandas que habían actuado en Donington Park al inicio de la gira sufrió algunos cambios. The Black Crowes, Metallica y AC/DC mantuvieron su lugar en él, pero los otros dos grupos fueron sustituidos por los rusos E.S.T. y por Pantera, que pausaron la grabación de Vulgar display of power para comparecer en suelo del sóviet.

Masas descomunales de gente se trasladan hacia el aeródromo de Túshino. Desde luego, no son las pocas centenas que el gobierno ruso aventuró en sus expectativas. Más bien son miles, una cantidad de espectadores que los organizadores estimaron en 150000 pero que muchas fuentes elevan hasta 500000, incluso hasta más de dos millones. La realidad es que nunca se ha podido determinar con exactitud cuánta gente asistió al festival. La entrada era gratuita, los sistemas de control deficientes y la organización todo lo defectuosa que podía ser teniendo en cuenta la falta de experiencia en este tipo de eventos. La presencia de fuerzas armadas destacó desde el primer momento y todo se desarrolló entre unas instalaciones precarias, sencillas y ensambladas a toda velocidad. Se decidió que la venta de alcohol no sería legal, pero su consumo tampoco fue expresamente prohibido en ningún momento. Por supuesto, nadie se molestó en registrar mochilas, bolsos y demás receptáculos en la entrada al recinto.

Aquí se montó una paella con ingredientes de lo más variopinto; varios de los grupos más potentes de la escena metalera internacional, miles de miles de personas con ansias de libertad y libertinaje, fuerzas armadas, vientos de cambio y una necesidad general de abandonarse al disfrute, la bronca, la reivindicación y las ansias ante un momento que se antojaba irrepetible. Y así fue. Esta edición de Monsters of Rock se tiene por la más concurrida de la historia del festival. También es una de las más recordadas, tanto por su calidad como por lo que significó a niveles que trascendían lo estrictamente musical. Suele destacarse la actuación de Metallica; tal vez la mejor de su larga carrera, según varios expertos en la materia. Sin embargo, ningún momento quedó por debajo de otro. Cada uno en su estilo, tras sus formas y con su público específico bien metido en el bolsillo. Como prueba quedó un documental editado en 1992, For those about to rock: Monsters in Moscow.

Significación social, jaleo y cargas policiales

Pero la verdadera trascendencia de este día hay que buscarla en su significado, en lo que supuso que un país como Rusia acogiese en su seno un espectáculo de puro sello capitalista. No de esencia conservadora ni politizado, desde luego, pero sí con unas claras connotaciones occidentales que en el fondo representaban las pulsiones más básicas de todo aquello que una gran parte de la sociedad soviética llevaba años imaginando. También hubo incidentes y algunas anécdotas llamativas como esa que cuenta cómo Brian Johnson fue encañonado por varios militares que le sorprendieron orinando en una pared ante la imposibilidad de usar el baño de sus precarios camerinos.

Monsters of Rock disturbios

Los altercados comenzaron durante la actuación de E.S.T. e implicaron, como no podía ser de otra manera, a parte del público y representantes de la ley. Botellas voladoras, cargas, palos y porras, botas de punta gruesa que impactan sobre costillares… lo de siempre. Como ya ha quedado claro, tras el fallido golpe de estado la presencia de militares y policías se intensificó en todo el país y este día, en este aeródromo, el porcentaje de asistentes uniformados era especialmente alto. Por supuesto, entre el público también había una nada despreciable cantidad de ciudadanos que no desaprovecharon el momento para dejarse llevar por sus instintos más sediciosos. Los conciertos de E.T.S. y Pantera tuvieron que detenerse durante breves momentos. Boris Zosimov, uno de los organizadores de Monsters of Rock, se vio obligado a tomar el micrófono en un par de ocasiones: “la situación está fuera de control. Si queréis ver a los otros grupos, calmaos”.

Existen crónicas sobre los disturbios. El crítico musical Artemy Troitsky relató en Rolling Stone cómo vio “no menos de una docena de personas sangrando, un par de policías entre ellos. Vi a la policía golpear cruelmente a un chico, con o sin razón. Vi una lluvia de botellas de cristal vacías volando hacia las líneas policiales. Vi soldados pateando con sus monstruosas botas a un chico tumbado en el suelo”. Edward Ratnimov, otro de los organizadores, habló del papel de las fuerzas armadas en el festival y aseguró que “no proporcionaron seguridad o ayuda a la gente. Solo tenían un propósito: la opresión”. Finalmente, la violencia cesó y quedó como una parte más de la jornada. Algo que en el fondo se esperaba, incluso se deseaba entre determinados sectores, que no sorprendió a muchos y que, según fuentes oficiales, dejó un resultado de 51 hospitalizados y 49 detenidos. Sobre los heridos, no hay datos. Sobre las intoxicaciones etílicas sí: unas cien.

La otra cara de la moneda queda bien representada en las palabras del propio James Hetfield, que aseguró haber sido testigo del siguiente cuadro desde el escenario. “Ahí abajo, al frente, había gente vestida de uniforme; policía, militares, ya sabes. Quietos y uniformados. Pero después de tres o cuatro canciones reaccionaron como ‘¡que le jodan a todo esto!’, se quitaron el uniforme y ahí estaban, moviendo la cabeza y pasando un buen rato”.

Monsters of Rock como manifestación del cambio

En medio de un contexto marcado por la aceptación de nuevas realidades políticas, económicas y culturales, la celebración de Monsters of Rock en Moscú reflejó como pocos acontecimientos populares la brecha que se abría en el centro del caduco orden soviético. Poco tiempo después, la llamada Revolución Cantada terminó por otorgar la independencia a Estonia, Letonia y Lutuania. Finalmente, el 26 de diciembre del mismo 1991 se redactaba el último renglón de la historia de la Unión Soviética. Como colofón, cabe decir que la figura del festival no fue trascendental para ninguno de estos episodios, pese a lo que pueda interpretarse tras leer determinadas crónicas que tienden ligeramente hacia la exageración.

Monsters of Rock, eso sí, puede considerarse como un acontecimiento sin igual a través del cual se canalizaron muchos de los factores que determinaron el viraje sociopolítico que ese rincón del mundo experimentaba en ese preciso instante; el cansancio, la crisis, las ansias de progreso y toda una serie de impulsos reprimidos durante generaciones explotaron alrededor de una jornada que para muchos significaba mucho más de lo que tal vez eran capaces de asimilar conscientemente.

Y además, fue un conciertazo.

Imágenes del festival obtenidas a partir de pantallazos de varios vídeos.

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