SOBRE LOS FORMATOS. VINILOS, CD, CASETES O STREAMING

SOBRE LOS FORMATOS. VINILOS, CD, CASETES O STREAMING

Recuerdo perfectamente el primer disco que compré con mi propio dinero. No el primero que tuve, pues a esa edad ya contaba con una exigua colección de casetes y cd; cosas de Aerosmith, Queen, Nirvana, Celtas Cortos o Barricada, lo que sonaba por aquel entonces entre mis círculos de devenir preadolescente. Habían llegado a mis manos fruto de regalos de cumpleaños y ocasionales hurtos; medios radicalmente opuestos a invertir parte de tu precioso tiempo en bucear entre los lineales de una tienda y arriesgar en ello tus pobres ahorros. Como decía, todavía me acuerdo de mi primera compra. Fue Alchemy, de Dire Straits. No tengo muy claro el porqué de esta elección pero hoy, media era geológica después, aún lo conservo en mi estantería, con su machacada cubierta de cartón y los dos cd de su interior.

Los inicios de una colección

Después de este y hasta ayer mismo, han sido muchas las veces que he ampliado mi particular catálogo discográfico con nuevas adquisiciones fruto de estudiadas o improvisadas razias de abastecimiento a comercios o mercadillos de segunda mano. Llegado un momento heredé un reproductor de discos de vinilo y, junto a él, varios títulos que contribuyeron a ensanchar los márgenes de mis fronteras sonoras. Por aquel entonces, además, descubrí una jugosa tienda de material usado donde los vinilos eran notablemente más baratos que los cd. De ahí saqué cosas como una edición de 1972 de Machine head, de Deep Purple, en perfecto estado y por tan solo quinientas pesetas (échele, joven lector, tres euros al cambio en el momento en el que entró en vigor la nueva moneda). Por supuesto, yo no era consciente de su valor desde el punto de vista de un coleccionista. Solo sabía que era barato.

Formatos tocadiscos

El nuevo paradigma de la informática

Mi colección ganaba en tamaño y geometrías; ahí había casetes, vinilos y cd. Todos conviviendo apaciblemente en un batiburrillo de formatos que podían ser reproducidos en los diferentes módulos de un mismo equipo de música. Con los años, los ordenadores personales saltaron al campo de juego y poco a poco nos adentramos en una autopista de siete carriles sin límite de velocidad. La generalización de los cd grabables y, más adelante, de los archivos mp3, se llevó por delante mis cintas de casete, tanto las originales como los cientos de TDK y compañía que se hacinaban en varios cajones de mi habitación.

Como una víctima más de los acontecimientos, poco a poco dejé de consumir formatos físicos para centrarme exclusivamente en la acumulación de megas y gigas. Mis gustos también habían cambiado y un gran número de los discos que tenía ya no se me antojaban apetecibles. Vendí una nada despreciable cantidad de ellos; sobre todo cosas de heavy, power metal y hard rock. Simplemente los cambié por cerveza, billetes de autobús y cosas por el estilo. Ahora me arrepiento de haberme desprendido de unos cuantos de ellos. Así es la vida.

Formatos cassettes

Hace ya unos cuantos años que volví a la caza de formatos físicos. Pero siempre bajo la máxima de no comprar nada que no tenga por seguro que vaya a escuchar. Que parece una obviedad, pero cualquiera que acumule discos sabrá que no lo es tanto. Ahora mismo, mi colección no es excesivamente voluminosa. Muchos se sorprenden cuando se dan cuenta de que no se expande a través de los pasillos de mi casa ni trepa en forma de tortuosas columnas hacia los confines del techo. Se trata más bien de algo discreto y razonado; un conjunto de títulos casi siempre seleccionados con mayor o menos cuidado. Una vez más, aquí juegan juntos diferentes formatos sin un orden claro de preferencia. Menos casetes, de esas ya no he vuelto a tener.

Diferentes formatos y diferentes sonidos

Acabo de afirmar que acumulo formatos sin orden de preferencia. Es mentira. Lo cierto es que me inclino por el vinilo sobre el resto. Siempre ha sido mi predilecto por diferentes motivos que entretejen una maraña de justificaciones de tipo estético y nostálgico, para qué negarlo. Pero no soy ni un fundamentalista ni un experto en la materia, por lo que ni voy a intentar convencer a nadie ni se me ocurrirá intentar resolver qué formato aporta una mejor calidad de sonido. Desde mi punto de vista, todos son perfectamente válidos. Tal vez lo digital sea más limpio, más nítido, pero las buenas grabaciones analógicas no se quedan atrás, frituras y otras interferencias aparte.

Formatos cd

Un antiguo compañero de trabajo me dijo una vez que con el cd nos habían timado como a tontos. Yo, que soy de natural poco discutidor, me limité a soltar un tenue mugido diplomático y hundí el morro en mi jarra de cerveza hasta que un denso bigote de espuma se materializó bajo mi nariz. Él lo planteaba desde el punto de vista de un ayatolá del vinilo, pero lo cierto es que tenía parte de razón. Al menos en lo de que nos toman el pelo.

¿Quieres molar? Pon un vinilo en tu vida

El streaming supone en la actualidad alrededor del ochenta por ciento de la venta de música. Quien más quien menos, todos utilizamos plataformas de este tipo. Otra cosa es que, además, mantengamos cierta predisposición hacia los formatos tangibles. De estos últimos, el vinilo es la estrella indiscutible desde hace unos años. Y esto es, en gran parte, debido a que la industria discográfica así lo ha querido al señalarlo como un ingrediente más del cocido que hay que consumir para caminar por el lado cool de la vida. Los catálogos de novedades han pasado a ser editados casi mayoritariamente en este formato y en el mundillo han vuelto a recuperarse términos en desuso como “cara B” o “plástico”. Todo esto estaría muy bien si no fuera porque el conjunto tiene un regustillo bastante amargo a tejemaneje de trilero.

Y es que hay algunas cosas que rechinan como una carretilla vieja y que, principalmente, nos perjudican a quienes ya llevamos unos cuantos años consumiendo discos de vinilo. Por un lado están los precios. Ya se sabe que el compromiso con el postureo muchas veces implica rascar el bolsillo hasta sus profundidades más abisales, pero no es normal que una novedad en vinilo pueda duplicar, si no triplicar, lo que cuesta el mismo título en cd. Y es aquí cuando, al menos en mi caso, entran en juego razones que exceden la mera cuestión económica para abarcar factores morales o de sentido común; incluso de lógica de clase si se me apura. Vale que sea más bonito y adelante con que resulta más molón, pero siempre que consulto la etiqueta de uno de estos discos me da la sensación de que tiene que haber un error tipográfico.

Formatos disco

¿Siempre suena mejor en vinilo?

Además, ¿soy el único al que le parece que los vinilos de nuevo cuño, esos que compras precintados, no siempre suenan tan bien como se les supone? No sé a qué se debe, lo más probable es que tenga que ver con algún defecto auditivo personal. Por supuesto, esto no es aplicable a todos los casos. En mi colección hay excelentes ediciones en vinilo de los últimos años, pero también he de decir que más de una vez he devuelto un ejemplar porque el sonido era pésimo. Si sumamos esto al precio, el resultado es que, por norma general, en el caso de las novedades suelo girar el timón hacia las estanterías de los cd.

A mí esto me ocurre con las novedades, pero no es el único caso. Las grandes compañías, como es lógico, han visto el filón y se han empecinado con ganas en relanzar sus catálogos completos en este lucrativo formato. Pero ¿alguna vez os ha dado la sensación de que algunas reediciones en vinilo se escuchan regular, tirando en ocasiones a mal? A mí, desde luego, sí; y la razón de esto podría ser relativamente sencilla, sin entrar en profundidades técnicas de las que soy un absoluto ignorante. Digitalizar una grabación analógica parece ser una tarea que no conlleva problemas y que, además, permite limpiar y depurar el sonido en el caso que se necesite hacerlo. Sin embargo, da la sensación de que la operación contraria no tiene por qué reportar buenos resultados.

Si estás leyendo esto, probablemente te gusta la música. Tal vez, incluso compres discos. Y es posible que incluso tengas un formato preferido.

Tal vez aquí se encuentre parte del motivo de por qué algunas reediciones en vinilo, especialmente aquellas de álbumes de finales de los noventa y primeros años del siglo XXI, se escuchen tan rematadamente mal. Personalmente, prefiero rebuscar entre cubetas de segunda mano un ejemplar antiguo en buen estado antes que comprar una versión precintada y de nuevo cuño.

Llegados a este punto, hay que aclarar que estas críticas sobre el precio y la calidad de algunos vinilos están centradas especialmente en las multinacionales. En empresas capaces de realizar ingentes tiradas que colapsan las líneas de producción para perjuicio de sellos menores e independientes y que, además, establecen unos precios unitarios muy por encima de lo razonablemente lucrativo.

Al final importa la música, no los formatos

Sobre formatos, por ir concluyendo, podríamos hablar durante horas. Cada cual tiene sus preferencias y su opinión al respecto. A mí, desde el punto de vista de un veterano comprador, me molesta la excesiva mercantilización y esa aura de producto exclusivo, de complemento de moda. Pero supongo que contra eso poco se puede hacer. Hace unos meses, por poner un ejemplo, acudí a una feria de segunda mano y pude ver en uno de los puestos un espacio reservado a casetes. Algunos excedían los treinta euros y había quien los compraba. Un par de esos clientes, lo sé de buena tinta, ni siquiera tienen un reproductor donde escucharlos.

Yo, personalmente, seguiré cambiando dinero por música y no dejaré de escucharla en streaming. Cada formato tiene su momento y su magia. Todo lo grabado entre los sesenta y mediados de los ochenta me suena mejor en vinilo. A partir de ahí, prefiero el cd, aunque ni en un caso ni en el otro sea exclusivista. Incluso las cassettes mantienen su hueco en determinados estilos underground, si cuando se publique esto no han conseguido todavía relanzarlas como el nuevo formato a consumir.

Lo cierto es que a los que nos gusta la música y disfrutamos de su escucha a la vieja usanza, haciendo girar discos completos, debería darnos un poco lo mismo en qué formato se reproduzca.

Imágenes de Joakim Bergman, Pascal Terjan, John Keogh, Alan Levine y PaulSh.

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2 comentarios en «SOBRE LOS FORMATOS. VINILOS, CD, CASETES O STREAMING»

  1. A pesar de que soy devota de las bondades de la música vía streaming (Spotify es mi pastor), mi lado coleccionista se lo otorgo al CD. No me he preguntado muchas veces el porqué, pero supongo que entre esos motivos está que fue el formato con el que crecí, y la calidad de sonido me parece definitivamente más nítida que la del vinilo o cassette, lo que es importante para mí.
    Pero ojo que tampoco menosprecio a los últimos. Hace un tiempo mi mamá le dio una segunda vida a su radio antigua, y me vino una curiosidad científica por empezar a probar cassettes con música actual en ella. Supongo que el factor nostalgia también es un elemento relevante a la hora de las preferencias.

    En fin, aguante el coleccionismo, y más todavía que la gente disfrute de la música en sus diversos formatos. Al final, lo importante es sentir.

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