EIVØR Y LOS CUERVOS DEL NORTE
Esta es una de esas historias que comienzan por los agradecimientos. En concreto, a un primo. No a uno en el sentido peyorativo de la palabra, que aquí no engañamos a nadie. Un primo en su acepción sanguínea, uno que decide pasar sus vacaciones en Islas Feroe y al regresar trae consigo unas fotos espectaculares, un imán para la nevera y una insólita recomendación musical. Porque es así como conocí a Eivør Pálsdóttir, con un somero “Por cierto, escucha a esta tía a ver qué te parece. A mí me aburre, pero a ti seguro que te gusta”. Una sentencia que a priori podría resultar ofensiva, pero que sabiendo de quien venía era más bien halagüeña.
Eivør Pálsdóttir, orígenes
Eivør Pálsdóttir nace en 1983 en Syðrugøta, un pueblecito ubicado al borde del mar, como casi todo en las Feroe. Ya que apenas sabemos nada de su infancia, vamos a inventarnos que siendo ella muy pequeñita sintió una precoz e irrefrenable atracción por la música, el canto y la interpretación. Y así, poco a poco, logró hacerse con esa voz de soprano en la que cabe todo un carrusel de registros; desde clásicos hasta jazzísticos, folclóricos o poperos.
A partir de este momento abandonamos la senda de la hipótesis y nos aferramos a la veracidad más irrebatible. A los trece años logra la primera posición en un concurso nacional de canto y a los quince entra a formar parte del grupo de rock Clickhaze. Poco después graba su primer disco en solitario, que se llama como ella y contiene una pequeña colección de canciones tradicionales de su tierra reinventadas desde la perspectiva del jazz. En 2001, Clickhaze logra el oro en el festival Prix Føroyar y Eivør decide migrar a Reykjavík para continuar sus estudios en jazz y clásica. Ahí termina por unirse a una nueva banda, Yggdrasil, y al mismo tiempo prepara el que sería el segundo paso de su andadura en solitario. Este se materializa en 2003 bajo el nombre de Krákan.
Y este es el momento en el que pisamos el freno para entrar con mayor suavidad en el plano de lo analítico. Porque Krákan es probablemente el disco más interesante de ente todos los que conforman el compendio de obras folk de la cantautora. Lo primero que llama la atención es la madurez final del trabajo, especialmente si tenemos en cuenta que Eivør tenía solo veinte años en el momento de su concepción. Para su grabación buscó la compañía de un trío de músicos profesionales formado por Birgir Bragason, Pétur Grétarsson y Eðvarð Lárusson. Los dos primeros se hicieron cargo de la base rítmica, bajos y percusión respectivamente, mientras el tercero aportaba la sonoridad correspondiente a las seis cuerdas. Durante todo el minutaje suenan otros instrumentos complementarios como acordeones, cellos o marimbas.
Las claves de Krákan
Krákan está cantado en feroés y su sonoridad se impregna de la oscuridad introspectiva propia de la tradición popular del mar de Noruega. Se trata de un disco de esencia folk y base jazzística donde Eivør explora sus cualidades vocales a través de un amplio puñado de registros que, en ocasiones, alcanzan niveles fuera de lo común. En este sentido, resultan especialmente notables algunos tramos donde su voz se eleva en forma de jadeos o aullidos casi agónicos que pueden llegar a confundirse incluso con una guitarra distorsionada. El conjunto cabalga a través de una atmósfera muy definida, claramente folclórica, pero sobre la que predominan ritmos de jazz y algún que otro atisbo de intensidad roquera. La base rítmica está muy marcada en todas las composiciones y las guitarras asumen un papel más bien secundario salvo en los contados instantes de detonación eléctrica.
El gusto de Eivør por el jazz es ya evidente en los primeros acordes de Rósufarið, el corte que abre el disco y marca el desarrollo habitual del mismo. Los temas pausados son frecuentes, como queda claro en la segunda pista, Har Heiti Eldur Brann, una canción que a veces se canta y en ocasiones se susurra mediante suaves oscilaciones que pueden recordar a una nana. Este trabajo, en general, contiene varios de las composiciones más clásicas de Eivør; creaciones aparentemente sencillas pero cargadas de detalles y sutilezas que requieren una escucha reiterada y pausada. Hay momentos complejos como Krákan, donde la guitarra eléctrica participa a rasgueos o punteos intermitentes mientras la voz se desenvuelve creando una ambientación enigmática e hipnótica. Nú Brennur Tú Í Mær marca otro de los puntos álgidos. Se trata de una de las canciones habituales en el repertorio de la artista, un corte que comienza a medio ritmo para crecer paulatinamente y volver a descender hasta remontar de nuevo por una carretera que sube y baja a fuerza de cambios de ritmo y fuerza. Pero si lo que se busca es intensidad, entonces hay que visitar Brostnar Borgir, el instante de mayor aspiración rock del disco y en el que la voz de Eivør alcanza máximos insólitos y estertóreos en consonancia con la guitarra de Eðvarð Lárusson, todo un alarde de pasión que queda especialmente patente durante la segunda mitad del minuto dos.
La que pasó después
Con Krákan, Eivør comenzó a consolidarse como una nueva figura a tener en cuenta dentro del panorama folk independiente. En 2003 fue reconocida en los apartados de Mejor Cantante y Mejor Actuación de los Iscelandic Music Awards, todo un hito al sobreponerse en dos categorías históricamente reservadas para nativos de Islandia. Al mismo tiempo, su música comenzó a sonar discretamente más allá de las férreas fronteras dialécticas a las que, por naturaleza compositiva, se circunscribían sus obras. Aun así, da la sensación de que en este disco la feroesa continuaba tras el rastro de su propia voz, de una esencia que la terminase de posicionar dentro del tablero internacional.
Todo esto queda especialmente patente si se atiende al posterior desarrollo de su carrera. Poco a poco, el feroés y el islandés dejaron paso al inglés como idioma predominante y su trayectoria comenzó a estar marcada por trabajos bien diferentes entre sí y en los que, siempre desde un estrato folclórico, la música correteaba por los campos de diversos estilos como el jazz o el country hasta terminar por alcanzar un estatus más sólido dentro de los parámetros del pop electrónico que prevalece en sus composiciones desde hace ya un buen puñado de años.
Su consagración definitiva llegó en 2015 gracias a su participación en la banda sonora de la serie histórica El último reino. Por el camino, Eivør supo congregar a su alrededor a toda clase de públicos, desde los que apostamos por la prevalencia de trabajos como Krákan hasta los que balancean hacia el folk-pop electrónico de su, parece ser, definitiva orientación compositiva. Esta holgura en el espectro de sus seguidores queda bien dibujada por la propia cantante cuando afirma que “me encanta mirar al público y ver hípsters, abuelas, niños góticos y heavys sin barreras entre ellos”.
Aquí, sin embargo, de entre toda su carrera nos seguimos decantando por Krákan y su gélido aroma a folclore de coordenadas nórdicas.
Imágenes de Arne List y Birgit Fostervold.
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