DE CUERNOS Y GUERREROS. LOS SÍMBOLOS DEL HEAVY METAL

DE CUERNOS Y GUERREROS. LOS SÍMBOLOS DEL HEAVY METAL

De todo lo de entonces solo conservo el pelo (el pelazo). Lo demás se fue cayendo por el camino: las camisetas, el negro ceremonial, los brazaletes, las calaveras y el resto de rituales; todos esos sesgos identitarios tan de tribu urbana. Pero hablo de hace muchos años atrás, claro. De una era anterior al internet doméstico, al euro y a otras tantas cosas que hoy damos por sentadas como si siempre hubiesen estado ahí. El caso es que por aquel entonces te cruzabas con nosotros por la calle y una cosa te quedaba clara: éramos jevis. Tal vez no los que más, pero todo lo que veías apuntaba en esa dirección; teníamos la vestimenta y la actitud. Además, nos aferrábamos a un catálogo de gustos, odios y afinidades que venía preestablecido de antemano desde un corpus ideológico con el que comulgábamos a diario. Eran los símbolos del heavy metal y a ellos nos debíamos con toda la venerable fidelidad de nuestras adolescentes asaduras.

Más o menos, hoy en día todo el mundo tiene claro los rasgos de identidad que representan al heavy más canónico. Están las melenas, la mano cornuda y eso de menear el cuello para adelante y para atrás; pero también el gusto por una estética entre roquera, provocadora y macabra, la predilección por lo mitológico, la fantasía o el terror y otras tantas afinidades que completarían este retrato tan manido como representativo. Porque el heavy metal, al igual que ocurre con otros estilos, siempre ha necesitado de ciertos códigos identitarios que lo identifiquen como una corriente contestataria frente a otras realidades culturales, y estos distintivos se fueron configurando poco a poco desde la creación de este movimiento, allá entre finales de los años sesenta del siglo XX y los primeros pasos de la siguiente década.

Los símbolos del heavy metal

Entre la fantasía y la evasión

En cierto modo, los primeros jevis fueron herederos directos de los últimos hippies. De ellos tomaron algunos preceptos musicales, pero también ciertos emblemas ideológicos como el pelo largo o esa complacencia hacia lo onírico y la fantasía. Muchos de los grupos que anteceden directamente al heavy metal mostraron una especial atracción por la mitología, el folclore o la literatura de magos y elfos; basta con remitirse a Led Zeppelin, Whishbone Ash o Uriah Heep para obtener tres claros ejemplos. Este movimiento, a grandes rasgos, podría considerarse como la vertiente más escapista y fantasiosa del basto campo que abarcaría la música derivada del primitivo rock & roll.

Con su sonido denso y distorsionado, su virtuosismo, sus solos o su volumen brutal, el heavy metal siempre ha evocado liberación, agresividad, rebeldía y ciertas dosis de testosterona. Todo un caldo de cultivo que nunca resultó especialmente reivindicativo en lo social ni en lo político salvo, por supuesto, en determinados subgéneros o bandas concretas. Se trata de una actitud contestataria no revolucionaria, de una forma de canalizar el descontento y la ira que gira la vista hacia una ficción que, aunque no de manera exclusivista, responde muy bien a las inquietudes de un público esencialmente joven.

Portadas heavy metal

Bárbaros, guerreros, dragones, orcos, castillos y reinos de fantasía colman gran parte de este imaginario. Muchos de los símbolos del heavy metal clásico están forjados a partir del acero de diferentes de mitos, leyendas e historias de ficción que discurren entre nombres como Tolkien o Lovecraft. A nadie debería extrañarle que los martillos de Thor, las hachas de guerra o multitud de signos escandinavos o célticos ocupen un lugar privilegiado dentro del espectro visual que adorna los cuerpos de buena parte de los aficionados a este género. La narrativa épica o terrorífica inunda los textos de multitud de bandas y se cuela en las ilustraciones de unas portadas extremadamente elaboradas que funcionan al mismo tiempo como infalible seña de identidad y gancho comercial.

Cachas, hormonas y modelos sexualizados

En ocasiones, todo este festival de aventuras y personajes heroicos puede derivar en un auténtico baño de hedonismo que desemboca en la figura del culturista, de ese personaje hipertrofiado que defiende a golpe de espada la esencia del verdadero metal. Tal vez este arquetipo sea menos frecuente hoy en día, pero unas décadas atrás respondía vehementemente al exceso de testosterona que se desprendía de ciertas vertientes de este estilo musical. Manowar es posiblemente el ejemplo más evidente, pero multitud de grupos han recurrido una y mil veces a estos personajes que, habitualmente, traspasaban el ámbito de lo gráfico para instalarse en los cuerpos de los propios músicos.

El guerrero híper-musculado y todo su catálogo de aparejos asociados llegaron a convertirse en una imagen realmente potente en el imaginario de varias generaciones adolescentes, especialmente masculinas, que encontraron a través de la música una serie de rasgos tribales e identitarios a los que aferrarse. En este caso, la actitud agresiva, el escapismo épico y la hombría funcionaban de manera conjunta en una reafirmación del propio fan a través de estos incuestionables símbolos del heavy metal. Esta figura, por supuesto, no puede asociarse a todas las bandas del género pero, sin embargo, sí que es exclusiva de este. Dentro del universo del metal es totalmente asumible presenciar un desfile de trasuntos Conan-morfos; sin embargo, aplicar todo esto a otros estilos se antoja, al menos, ridículo.

Los símbolos del heavy metal. Manowar

Ahora es muy diferente, pero toda la virilidad tan propia de las primeras décadas del heavy hizo que este fuera, mayoritariamente, un estilo de hombres. Salvo determinadas excepciones, la mujer se incorpora más tarde y hasta entonces su figura funcionó en ocasiones como un símbolo más; como la princesa a rescatar, como el objeto sexual a alcanzar o como la femme fatale de turno. Pioneras como Doro Pesch tuvieron que abrirse camino desde apreciaciones mayoritariamente carnales reivindicando su lugar, su discurso y su mensaje en medio de un entorno muchas veces hostil hacia ellas; desde un ambiente que en la mayoría de los casos solamente veía un cuerpo deseable embutido en cuero.

El paso del tiempo ha equilibrado el papel de la mujer en el heavy metal y, más allá de las apreciaciones particulares de cualquier fan del género, hombre o mujer, adolescente o adulto, los roles netamente sexuales parecen haberse diluido entre otras prioridades más artísticas.

Doro Pesch

De apocalipsis y ángeles caídos

La mitología es una de las principales fuentes de las que bebe el heavy metal y, de entre todas las culturas disponibles, la cristiana ocupa un lugar preeminente. Tal vez desde una perspectiva profana, sacrílega o satánica, pero la religión mayoritaria del mundo occidental es, a grandes rasgos, una fuente de inspiración innegable desde la más tierna infancia del género. A comienzos de los setenta, Black Sabbath abrieron camino con sus textos demoníacos, su estética de ritual diabólico y el uso de cruces u otros elementos que, en su poder, resultaban claramente macabros. Por supuesto, fueron tildados de satánicos y esto finalmente no hizo más que allanar el camino y asentar la materia hasta convertir todo este espectro funesto en otro de los principales símbolos del heavy metal.

Al principio, el satanismo se trataba como una admonición literaria, como una advertencia de que la llegada del anticristo (o cualquier otro personaje afín) se cernía siniestramente sobre los mortales. La venida del reino de las sombras y todo eso. Poco a poco, este discurso evolucionó y comenzó a emitirse en primera persona. Así, muchos grupos ya no nos advertían sobre el apocalipsis sino que se presentaban a sí mismos como los propios ejecutores del mismo. La simbología es la misma, pero conforme todo este registro narrativo crece, también lo hace en intensidad y riqueza.

Pero no es más que otra forma de escapismo, una manera diferente de evasión que llama a la puerta de reinos mágicos plagados de demonios y criaturas de la noche. Sin embargo, el punto de vista es ligeramente diferente. Cuando se habla de religiones como, por ejemplo, la escandinava, puede hacerse desde la perspectiva de sus principales divinidades. Ahora, pocos son los grupos que recurren a posicionarse a favor del único dios de los cristianos. Aquí, los símbolos del heavy metal se alinean con el bando contrario, con la cohorte de entes y rituales afines al príncipe de las tinieblas.

Los símbolos del heavy metal. Slayer

Tal vez el problema de la implicación entre metal y cristianismo sea la proximidad, el tratar de primera mano, aunque sea solo bajo un planteamiento ficticio, todo ese conjunto de creencias tan sólidamente asentadas en los cimientos de las sociedades occidentales. Por eso esta música puede percibirse como algo peligroso desde determinados estamentos, aunque no haga nada más que usar la mitología para crear su itinerario narrativo. Porque este es, a grandes rasgos, uno de los principales problemas de los símbolos y los discursos de ficción, que no todo el mundo es capaz de desposeerlos de una significación real pese a que en muchos casos como este no sean más que una inocente distinción tribal.

No quiero decir con esto que las insignias, los emblemas y los signos sean siempre inofensivos (ahí queda la historia para hablar por mí), pero en el caso de una música que se caracteriza por su casi permanente carácter fantasioso, sí. Al menos en la gran mayoría de los casos.

Esta iconografía satánica tiene su expresión paroxística en las vertientes más extremas del heavy metal. Hablamos de estilos como el black metal que basan su razón de ser en un fuerte anti cristianismo. Los grupos adscritos a este subgénero hacen gala de una estética excesiva plagada de simbología demoníaca en la que destaca el llamado corpse paint, esa técnica de maquillaje en tonos generalmente blancos y negros que contribuye a hacer de cualquier músico o seguidor que se la aplique alguien notablemente más siniestro.

Black metal

Pentagramas y cuernos, los grandes símbolos del heavy metal

Así que cruces, calaveras, demonios, cementerios y lagos de fuego compiten de cerca con los elementos de otras creencias y de narrativas de ficción. El catolicismo, como vemos, es un fértil manantial de inspiración desde el que se han configurado muchos de los símbolos del heavy metal. La presencia del pentagrama invertido, por ejemplo, ya es evidente desde los primeros pasos del grupo homónimo, Pentagram, durante la década de los setenta. Más delante, Venom lo popularizó enormemente y otras bandas como Slayer, Morbid Angel, Dimmu Borgir o incluso Mötley Crüe lo han adoptado en sus portadas, logotipos y escenografía en directo.

Pero si hablamos de símbolos del heavy metal no podemos pasar por alto la famosa mano cornuda, ese gesto universal que ha trascendido las fronteras del género y que se consigue cerrando la mano y elevando los dedos índice y meñique. Es posible que esta sea una de las principales señas de identidad del rock duro y sobre su origen existen ciertas teorías y disputas. La que cuenta con mayor nivel de aceptación otorga su gestación a Ronnie James Dio, que la popularizó durante sus años al frente de Black Sabbath. Según parece, este era un gesto que su abuela, de ascendencia italiana, empleaba para alejar al demonio y el mal de ojo de su vida. Dio, pues, no fue tanto su inventor como su difusor entre la cultura del rock y el metal. Sin embargo, antes que él ya fue utilizado por otros como la banda estadounidense Coven en la contraportada de su disco Witchcraft destroys minds & reap souls, de 1969.

Los símbolos del heavy metal. Dio

Habrá quien afirme que estos cuernos ya fueron exhibidos por Genne Simmons e incluso John Lennon (en una portada alternativa de Yellow submarine) con anterioridad, pero en estos casos hay una diferencia sustancial: el pulgar extendido que convierte a esta seña en algo totalmente desprovisto del trasfondo simbolista, fuertemente enraizado en la tradición mediterránea, hinduista y budista, que tiene la auténtica mano cornuda, la de Dio y Coven.

Vestir de cuero, llevar tachuelas

El cuero es algo que también tiene su importancia en el imaginario del metal. Muñequeras con pinchos, botas, cinturones, guantes, chupas y otros elementos de piel forman parte de un outfit esencial que en sus orígenes resultó heredero de la tradición motera y de ciertos elementos de la estética punk. Su presencia resulta tan esencial que hasta el taparrabos del guerrero culturista semidesnudo está confeccionado con él. En ocasiones, esta estética alcanza niveles de intensidad que invocan el gusto sadomasoquista o BDSM y esto, claro, también tiene su origen.

A finales de los años setenta, Rob Halford visita una tienda de fetichismo gay y sale de ella con unas cuantas bolsas repletas de cadenas, tachuelas, gorras y vestimentas de cuero que, cree, le irán a las mil maravillas para crear una estética propia sobre el escenario. La jugada funciona de tal forma que esta manera de vestir termina por configurarse como una seña identitaria, como otro de los símbolos del heavy metal. Poca gente parece percibir o dar importancia al hecho de que se haya llevado hasta un entorno tan marcadamente viril una iconografía propia del entorno homosexual. Simplemente se absorbe, se hace propia y el cuero, en sus diferentes estadios, se constituye como el material por excelencia entre las prendas de ropa y los complementos que representan a todo jevi que se tercie. Por supuesto, no todo aquel que viste cuero imita la estética BDSM, pero cuando Halford salió públicamente del armario a comienzos de los noventa, no fueron pocos los que sintieron que les habían metido un gol por toda la escuadra.

Los símbolos del heavy metal. Rob Halford

Más allá de los símbolos del heavy metal

El heavy metal es en esencia un estilo musical donde los símbolos pesan tanto o más que otras cuestiones artísticas. Al igual que sucede con otras escenas, aquí se adopta un imaginario y una estética que tratan de elevar un grito contestatario frente a la uniformidad cultural de su época, sea la que sea. La fantasía, el exhibicionismo o el satanismo son algunos de los puntos fuertes de esta identidad que configura una pose, una impostura, cuya parafernalia es en ocasiones mayor entre los seguidores que en los propios músicos.

Por otra parte, esta imagen tan evocadora, agresiva y fantasiosa puede provocar que un género que acostumbra a destacar por su virtuosismo y complejidad compositiva no sea tomado tan en serio como debería hacerse. Pero el heavy metal sigue estando ahí, pese a las modas y los vaivenes. Conforme las velas de la tarta alcanzaban nuevos decenios, algunos de nosotros desechamos la mayoría de sus símbolos y abrimos nuestro oído a un mayor rango de sonidos. Pero lo cierto es que los que mamamos metal siendo adolescentes solemos seguir valorando su poder de ensoñación, su carácter evasivo y su capacidad para crear pasajes sonoros tan salvajes como bien ejecutados. Aunque ya no vistamos de cuero.

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