LYSERGIC EMANATIONS: LA APOTEOSIS GARAJERA DE THE FUZZTONES
El de Glen Dalpis no fue un caso aislado, otros jóvenes de su generación también sintieron ese cosquilleo bajo la piel al ver a The Beatles actuar en el show de Ed Sullivan en 1964. Fue entonces cuando las ondas de la televisión estadounidense funcionaron como un revulsivo y muchos espectadores quedaron abocados a una afición desmedida por unos sonidos primitivos y salvajes que llegaban desde el otro lado del charco. Más adelante, algunos de ellos sentirían la llamada de la jungla; la necesidad de saber cómo funciona una guitarra, o de aporrear una batería. Otros tantos montarían una banda. Glen Dalpis, por ejemplo, fundó King Arthur’s Quart con tan solo catorce años. Sin embargo, la fama le llegaría un poco más tarde, en 1985, ya bajo el nombre de Rudi Protrudi y gracias al éxito que The Fuzztones tuvieron con su primer disco de larga duración, Lysergic emanations.
El camino hasta este punto no fue fácil, aunque tampoco excesivamente duro. Rudi Protrudi había nacido en Washington DC, aunque se crio en Camp Hill, Pennsylvania. Ahí dio sus primeros pasos en el negocio de la música; montó dos bandas y participó en otras tantas antes de mudarse a Nueva York. En 1976 funda Tina Peel junto a su pareja, Deb O’Nair, y ahí comienza a consolidarse su gusto por las vertientes más oscuros de la década de los sesenta. The Sonics son ya una de sus principales referencias y esto, claro, supone adoptar un sonido primario, sucio y garajero con gran presencia de elementos característicos de ese pasado reciente, cosas como el órgano Vox, las guitarras distorsionadas o los tintes alucinados.
The Fuzztones: nacimiento y primeros pasos
En 1980, Tina Peel deja paso a The Fuzztones y Protrudi alega que muchos grupos de su estilo “estaban utilizando fuzzbox en los sesenta, así es como se consigue ese sonido agresivo y psicodélico”. De esta manera, el nombre del nuevo grupo surge como un sentido homenaje al famoso pedal de distorsión que popularizaron The Rolling Stones en (I can’t get no) satisfaction. La nueva banda queda formada por Deb O’Nair al órgano, Elan Portnoy como guitarrista principal, Michael Jay en el bajo e Ira Elliot tras la batería. Todos ellos, claro, capitaneados por Rudi Protrudi a la voz y guitarra.
Los componentes de The Fuzztones ya sabían moverse con soltura entre los lodos del underground neoyorkino. Y así, su fama comienza a forjarse bajo el paraguas de un fiable directo, algo que los lleva a ser habituales de escenarios como el CBGB OMFUG o el Mudd Club. Por aquel entonces, su repertorio estaba formado por versiones oscurecidas de grupos como The Sonics, The Haunted o Kenny & The Kasuals, siempre salpimentadas con algún que otro tema de creación propia. Para ser justos a la verdad, conviene afirmar que esta dinámica se repetiría durante toda su carrera. Hasta el día de hoy. El caso es que la elección de estas bandas de referencia no fue casual ya que, por aquel entonces, Nueva York estaba sumida en un profundo ajetreo de revival garajero que ya había desencadenado una orgía de nuevas formaciones que imitaban estos sonidos y entre las que destacaban algunas como The Chesterfield Kings o The Fleshtones.
Primeras aventuras discográficas
Y en estas, The Fuzztones publican un primer ep que llevaba por nombre Leave your mind at home. Era 1984 y no tardan editar una segunda obra de corta duración, esta vez en directo y acompañando al mismísimo Screamin’ Jay Hawkins, a quien Protrudi reverenciaba. Como es habitual, la prensa, parte de la opinión popular y la crítica especializada comienzan a hacerse eco de su propuesta y la tildan de plagio descarado; también ponderan su más que evidente falta de originalidad. Así están las cosas cuando en 1985 ve la luz el primer disco de larga duración de la banda. Un trabajo que contra todo pronóstico fue un rotundo y absoluto éxito.
Lysergic emanations fue publicado por ABC Records y con el paso de los años se ha convertido en una pieza angular para comprender el renacimiento de la esencia garajera a comienzos de la década de los ochenta. El conjunto suena sucio y cohesionado, diverso y divertido. Todo rezuma ruidos pasionales y prístinos; un blues-rock lisérgico, loco y enajenado que nos lleva por callejones repletos de esquizofrenia, enajenación y lascivia. Prostitutas, impulsos sexuales y manicomios se entrelazan mediante ecos de órgano, voces aullantes y efectos de sonido que conducen a rincones más bien poco iluminados del alma humana. Pero todo sin denuncia o drama; esto es pura fiesta alucinógena.
Lysergic emanations, un disco de temas prestados
Gran parte de la clave de que esto fuese un éxito inmediato reside en la calidad de las canciones. Porque de doce temas, solo cuatro son propios del grupo. El resto, todo versiones de bandas más o menos desconocidas de los años sesenta. Y de The Sonics, claro, que aportan Strychnine y Cinderella, dos de los platos más salerosos del menú. De esta manera, Lysergic emanations es en su mayor parte una estupenda colección de canciones ajenas pasadas por el tamiz particular de Protrudi. El disco arranca con la aventura meretricia de 1-2-5, original de The Haunted, y antes del primer tema de autoría propia se nos entregan Gotta get some, de Bond, y Journet to tyme, de Kenny & The Kasuals. Radar eyes cierra la primera cara y es una composición original de Godz. En la segunda parte del álbum encontramos, por supuesto, nuevas interpretaciones: As time’s gone, de Tropics, y Living sickness, de The Calico Wall.
Sobre los cuatro cortes escritos por Protrudi, estos son Ward 81, Highway 69, She’s wicked y Juste once. Este último destaca por su sonoridad diferente, una amalgama de guitarras surf, órganos y sonidos hispanos (castañuelas incluidas) que llama la atención en el conjunto del disco sin desmerecer en absoluto frente al resto. Las otras tres canciones son estupendos ejemplos de cómo confeccionar algo que suene a garaje realmente bien.
Lysergic emanations se convirtió automáticamente en todo un fenómeno de masas (entendidas siempre en un sentido acotado por las aristas de lo subcultural) y el grupo se vio abocado a una serie de giras que los llevarían a recorrer diferentes rincones de su país y una buena porción del territorio europeo. Las claves de su éxito pudieron ser precisamente las mismas que los llevaron a ser denostados por la crítica y parte de la audiencia: falta de una personalidad propia bien definida, fidelidad a un estilo pretérito pero en vías de resurrección y una oferta basada en temas ajenos que aquí adquirían una nueva dimensión. Sus potentes directos, por supuesto, también tuvieron mucho que ver en todo esto.
Un disco, dos portadas
Como nota adicional, conviene anotar que si Lysergic emanations es un objeto preciado por coleccionistas de todo el mundo no es solo por la calidad de su contenido o por su consideración como disco de culto ya que este, además, cuenta con la peculiaridad de tener dos portadas diferentes. Ambas ilustradas por el propio Rudi Protrudi y coloreadas por Adrienne Roy, dibujante habitual de DC Comics.
En la primera de ellas se puede ver al grupo transmutado en muertos vivientes; en esqueletos-zombies que emergen con actitud desafiante desde las tumbas de un camposanto iluminado por la luz de la luna llena y plagado por murciélagos o lobos aullantes. La segunda carátula es fruto de una reedición y nos ofrece una escenografía diferente, aunque igualmente inquietante en la que, dicho sea de paso, se aprovechan algunas de las figuras del anterior diseño. Aquí, The Fuzztones son una especie de psicópatas de pantano acechantes en el cauce y orillas de un flujo de agua que discurre a través de un siniestro bosque que bien podría estar en Louisiana o en Zamora. Todo, por supuesto, bajo la luz de la misma farola nocturna e idénticos vapores pavorosos.
Lysergic emanations y el fin de una era
Con el paso del tiempo, la fama del grupo sería mayor en el viejo continente que en Estados Unidos. Esto quedó bien reflejado en 1986, cuando editan un segundo disco grabado íntegramente en directo entre Alemania y Holanda. Sin embargo, en el momento que este Live in Europe saltó a los estantes de las tiendas, el grupo ya se había disuelto y su líder había huido a California, donde terminó por refundarlo con nuevos integrantes. Desde entonces, The Fuzztones han ostentado infinidad de formaciones diferentes, siempre bajo la batuta de Rudi Protrudi, y no han dejado de editar discos y de recorrer buena parte del mundo con su rock sucio, garajero, distorsionado, antiguo, lisérgico, paranoico e impúdico.
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