THROWING COPPER, LIVE Y LA PIEDRA FILOSOFAL
Cuarenta horas de coche son las que separan York, en Pensilvania, de Seattle. Ese es el dato que devuelve Google Maps tras una ligera consulta. Son nada menos que dos mil setecientas treinta y ocho millas o, lo que viene a ser lo mismo, un poco más de cuatro mil seis kilómetros. Toda una proeza de carreteras estatales que en 1994 se haría bastante más pesada de transitar que hoy en día, al menos para aquellos que tuviesen cierta prisa por cruzar el país de costa a costa. Las distancias, entonces, resultaban más drásticas que ahora; el mundo era prácticamente analógico y no todo caía a golpe de banda ancha. Así las cosas, podría darse el caso de que determinados fenómenos no brillasen con la fuerza suficiente simplemente por hallarse lejos del entorno que necesitasen para mostrarse en su máxima expresión. Ahora imagínese el caso: vender más de ocho millones de copias de un disco y que este, más de tres décadas después, siga sin aparecer en muchos de los listados de los más influyentes del rock alternativo en su año. Quizás por no ser vecino de Nirvana, Pearl Jam, Soundgarden o Alice in Chains. Esta es, a grandes rasgos, la maldición de Live y su Throwing copper.
Pero tampoco seamos tan drásticos, pues la realidad es que este es un trabajo aclamado al unísono por crítica y público. Una obra fundamental para entender las nuevas tendencias de comienzos de los años noventa del siglo XX y que, además, está en el radar de la mayoría de aficionados a esa amalgama de sonidos que se dio en llamar grunge; aunque su legado desmerezca frente al peso de su calidad. Pero bueno, empecemos por la primera página.
Un solo grupo, muchos nombres
La agrupación musical posteriormente conocida como Live se funda en York, Pensilvania, cuando cuatro compañeros de aula deciden probar suerte en un concurso de talentos de su escuela secundaria. Durante varios años se dedican a hacer versiones y a cambiarse el nombre con pasmosa regularidad. De First Aid pasan a Club Fungus para convertirse un poco más tarde en Paisley Blues, justo antes de decidir llamarse Action Front como un paso intermedio hacia Body Odor Boy.
Este desfile de apelativos tiene lugar alrededor de una formación estable compuesta por Ed Kowalcryk a la voz y las seis cuerdas, Chad Graces en la batería, el bajista Patrick Dahlheimer y Chad Taylor como guitarra principal.
Primeras grabaciones
En un sorprendente giro de los acontecimientos, el grupo decide pasar a ser conocido como Public Afection y en 1989 graba un casete con temas propios que comienza a circular por los circuitos más independientes y underground de su entorno. De esta manera terminan por hacerse asiduos del CBGB, donde una serie de nuevas relaciones les lleva a caer en manos de Jerry Harrison, miembro de Talking Heads y productor que decide acogerlos bajo su ala. El siguiente paso es firmar un contrato discográfico con Radioactive Records y editar, en 1991, un primer disco de larga duración que se llamaría Mental jewelry. Ah, claro, antes de todo esto la banda pasó a ser conocida como Live.
El lanzamiento de Throwing copper
Y así llegamos hasta el año 1994 y a la publicación de Throwing copper, el disco que puso a Live en el ojo del huracán mediático y fanático. Su anterior trabajo funcionó decentemente, sonaba fresco y ya mostraba parte de esos rasgos definitorios tan identitarios de la banda. Pero fue este segundo álbum con el que los de York terminaron por consagrarse. Para su grabación, el grupo vuelve a convocar a Jerry Harrison y pone rumbo a los estudios Pachydern, en Cannon Falls, Minnesota. Ahí, aislados y rodeados de frondosos bosques de olmos, abetos, ardillas y ciervos, Live moldea el conjunto de Throwing copper al calor de un lugar donde ya habían sellado su huella gigantes como Nirvana, Pj Harvey o Soul Asylum. Finalmente, el nuevo disco llega a las tiendas el 26 de abril.
Como decíamos, Throwing copper fue el álbum que consagró a Live como banda a tener en cuenta. Fue número uno en Estados Unidos y Australia y de él se extrajeron nada más ni nada menos que cinco sencillos: I Alone, All over you, White, discussion y sus dos grandes éxitos incuestionables, Selling the drama y Lightning crashes. La portada, por cierto y para quien le interese, reproduce la pintura Sisters of mercy, de Peter Howson.
Algo de misticismo y espiritualidad
A Ed Kowalczyk solo había una cosa que le gustase más que la música, y esta era el misticismo oriental. Como letrista de la banda, su primer trabajo se había visto impregnado por una cubierta argumental, un tanto abstracta e introspectiva, basada principalmente en el pensamiento del filósofo indio Jiddu Krishnamurti. Con Throwing copper esta línea prosigue, aunque quizás no de manera tan afilada. Sin embargo, aquí aparecen claros destellos como es el tema TBD, que toma su nombre de El libro tibetano de los muertos y describe el psicodélico descenso al pozo de la muerte del escritor Aldous Huxley.
Otro ejemplo en esta materia la encontramos en Lightning crashes. Un corte que evoca al ciclo de la vida a través de la reencarnación y cuya trama sucede en un hospital donde muere gente y nacen bebés. En realidad, esta es una canción dedicada a una amiga de la banda, Barbara Lewis, que fue víctima de un conductor pasado de copas. Es posible que se trate de la composición más conocida de Live. Un tema que, por otra parte, los ejecutivos de Radioactive Records no querían como single debido a su larga duración y densidad.
¿Cómo suena Throwing copper?
Si nos centramos en el aspecto musical, en Throwing copper se maneja mucho el medio tiempo. Por norma general, las canciones están sujetas a cambios de ritmo que suelen ir de menos a más intensidad mediante estribillos explosivos y finales saturados. Ya el comienzo es llamativo, con esa extraña composición que es The dam at Otter Creek en la que los diferentes instrumentos van entrando paulatinamente hasta un inevitable reventón sonoro en el que destaca una base rítmica realmente machacona.
Con permiso de Lighning crashes, el otro innegable éxito del disco es Selling the drama. Aquí, Live transitan como mejor saben hacerlo los caminos intermedios entre el pop y el rock para crear un tema que, en ocasiones, suena bastante a REM. Esta referencia, por otra parte, no es nada descabellada y tampoco han sido pocos los periodistas musicales que se han preguntado si Michael Stipe ha colaborado como corista o vocalista invitado en los discos del grupo.
En general, las canciones de Throwing copper se ajustan a unos dictados formales similares que, no obstante, no interfieren en absoluto en el carácter particular de cada una de ellas. Los momentos de gran intensidad se alternan con los pasajes más melódicos y tal vez Stage (basada en la relación Kurt Cobain y Courtney Love) sea el único ejemplo de tema cañero de principio a fin. Por lo demás, hay casos que, sin serlo, podrían considerarse baladísticos como Pillar of Davidson u, otra vez, Lightning crashes, y todo un desfile de grandes cortes: I alone, All over you, Iris, Shit town, Waitress… ciertamente, no sobra ninguno.
Throwing copper es, en definitiva, uno de los discos más interesantes de los primeros años del grunge. Un trabajo que sin estar directamente influenciado por todo el meollo de Seattle supo coger las bases de su sonido característico y sumarlas al propio lenguaje del grupo. Lo cierto es que los años nunca le han dado la espalda, pero tal vez su relevancia debería haber sido superior, pues nada o muy poco tiene que envidiar a lo que se cocía por aquel entonces en la costa oeste del país.
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