NEBRASKA, LA APUESTA SOMBRÍA DE BRUCE SPRINGSTEEN
Una de las premisas fundacionales de este blog es tratar de evitar en la medida de lo posible los grandes lugares comunes de la historia del rock. Hay temas a los que ya poco se puede aportar y, seamos sinceros, no mucha gente necesita otro extenso artículo sobre cualquiera de los grupos o discos que cubren las capas superiores del imaginario colectivo de la música contemporánea. Sin embargo, en ocasiones también es conveniente rendir tributo a los referentes de mayor calado; más incluso si son grandes obras y han contribuido, algo más que onomásticamente, a la gestación de este proyecto. Así que, sin más preámbulos, hablemos de Nebraska, de Bruce Springsteen.
El relato es sobradamente conocido. Y si a estas alturas del metraje todavía queda algún amante de la música que no haya escuchado este disco puede deberse a que sea nuevo en el negocio o a que, directamente, no le interese hacerlo. Se trata de una realidad bien polarizada que admite pocas tonalidades intermedias. Nebraska puede gustarte o no, pero su peso es innegable en la historia de la cultura popular de los últimos decenios.
La forja del nuevo disco
Tras la extensa gira de The river, Bruce Springsteen regresa a casa y se refugia en la composición de lo que sería su siguiente álbum junto a The E Street Band. Por aquel entonces, la mitología compositiva del artista estaba plagado de héroes de la clase trabajadora y jóvenes en busca de una huida frontal que los rescatase de toda suerte de vacíos existenciales. A estos grandes clásicos de su recetario se suman ahora nuevas ideas sobre veteranos de Vietnam, historias de crímenes reales, rememoraciones de la infancia y una situación de depresión real, la de su propio país, que comenzaba a fraguarse durante el primer mandato de Ronald Reagan.
Así, Springsteen da vida a una serie de canciones que destacan por un tono más oscuro y deprimente de lo que había escrito hasta el momento. Aquí, el protagonismo ya no recae mayoritariamente en esos blue-collar workers y, aunque estos estratos inferiores de la clase obrera estadounidense continúen estando bien presentes, Nebraska otorga papeles principales a otros perfiles humanos; desde delincuentes de poca monta a asesinos en serie o anónimos ciudadanos que tratan de reencontrarse con sus propias raíces. Gente, en general, ajena al optimismo y cuyas vidas transcurren entre el abatimiento, la desesperanza, la dependencia de la suerte o las decisiones precipitadas. El nuevo discurso parecía necesitar de un modo de expresión diferente, más acorde con su propia naturaleza cruda y pesimista. A toro pasado, esto resulta evidente; sin embargo, en aquel lejano 1982 fue una revelación que tuvo que llegar casi por accidente.
Como en casa, en ningún sitio
Springsteen era un tío especialmente meticuloso en lo referente a la grabación. Hasta que lograba dar con el sonido adecuado, sus sesiones de estudio podían prolongarse durante maratonianos ciclos temporales difícilmente cuantificables. Como muestra queda el hecho de que para registrar una versión definitiva de la canción Born to run se necesitase cerca de medio año. En esta ocasión, sin embargo, se optó por cambiar la rutina habitual y, en lugar de acudir con sus ideas al estudio y comenzar a crear melodías junto a la banda, decidió grabar primero las canciones en su casa, a modo de demos, para luego trabajar desde ese punto junto a The E Street Band.
Así, el 3 de enero de 1982 comienza una sesión casera en la que participaron el propio Bruce Springsteen, Mike Baltan (su técnico de guitarras), dos micrófonos y una grabadora Tascam de cuatro pistas. El resultado fue rápido, honesto y crudo. A la base inicial de voz, guitarra acústica y armónica se añadieron algunos escasos arreglos: detalles instrumentales, un poco de teclado, algo de pandereta o algún refuerzo para la voz. Poco más. El resultado final se mezcló y fue registrado en un casete que vivió durante los siguientes meses en los pantalones del músico. El siguiente paso era claro, llevar esa cinta al estudio y comenzar a darle forma junto a The E Street Band.
Nacer desde lo elemental
Pero las nuevas canciones no encajaban en su formato junto a la banda. Paradójicamente, la electricidad les restaba fuerza y no había manera de dar con una versión creíble de ninguna de ellas. Toda la intensidad minimalista, toda la proximidad de los relatos y la carga emocional del sonido se iba al traste cuando entraban en juego las baterías, las guitarras, el piano, el saxofón, el glockenspiel y el resto de instrumentos habituales. En un último intento, Bruce Springsteen trata de regrabarlo todo él solo, pero con los medios profesionales de un estudio en condiciones. Tampoco funciona. El propio músico resume el proceso de esta manera: “Fui al estudio y llevé a la banda. Regrabamos, mezclamos y conseguimos empeorarlo todo. Al final, ya satisfecho por haber explorado todas las posibilidades musicales, recuperé el casete que había grabado en casa y que aún llevaba en el bolsillo de mis pantalones y dije – este es el disco -“.
Y tras una ardua labor de ingeniería musical dirigida a depurar en la medida de lo posible el sonido de la cinta casera, Nebraska vio la luz como un trabajo que llamó poderosamente la atención a la crítica y sorprendió a gran parte de los seguidores de Springsteen.
El éxito de Nebraska
Desde su primera exposición al criterio público, Nebraska fue considerado un trabajo por lo menos atrevido, tanto por su discurso y su sonido como debido al descomunal salto conceptual que suponía respecto a los anteriores álbumes. El tono general resultaba sombrío y deprimente, cargado de historias interpretadas por personajes limítrofes que afrontan retos, miedos y deudas desde un punto de partida muchas veces desesperado o crucial. El crítico William Ruhlmann afirmó que este era “uno de los discos más desafiantes publicados por una estrella musical en un sello discográfico grande”. El periodista Greil Marcus fue un paso más allá al afirmar que se trataba de “la declaración más completa y convincente de resistencia y rechazo a la América de Ronald Reagan que haya hecho hasta la fecha cualquier artista o político”.
Y si todo esto funcionó fue en parte debido a la decisión de hacer de esa cinta casera la obra definitiva. De otra manera no hubiese sonado igual y el discurso habría resultado mucho menos permeable para el oyente. Los relatos sobre perdedores de diferente calado siempre formaron parte del discurso springsteeniano, pero la intimidad y lo rudimentario de Nebraska aproximaban las historias de manera más contundente. Dos años después se publica Born in the USA, el disco que catapultó al de Nueva Jersey hacia la estratosfera del éxito. Aquí se reproducen en parte los mismos temas, los mismos temores y los mismos retratos, pero todo se presenta desde una imagen y una sonoridad abrumadoramente repleta de decibelios que en muchos casos devora el mensaje. La propia canción Born in the USA es el mejor ejemplo de cómo el fondo puede ser malinterpretado o quedar sepultado bajo la forma. Lo más curioso del caso es que este tema se grabó inicialmente bajo apariencia acústica con el objetivo de ser incluido en Nebraska.
La gira no oficial de bares
En un ejercicio de coherencia con el espíritu de Nebraska, Bruce Springsteen decide no salir de gira. Tampoco concede entrevistas destinadas a promocionar el nuevo material. Su estatus ya era el de una gran estrella y podía permitirse este tipo de acciones (o inacciones, según se vea). Sin embargo, la depresión que reflejaba el disco, la de Estados Unidos, era paralela al proceso de abatimiento que sufría el propio músico, sumido en un estado de profunda soledad tras concluir el tour de The river y haber roto con su pareja, la actriz Joyce Hyser. Así las cosas, Springsteen decide conjurar sus propios demonios como haría cualquier treintañero con mucho dinero: yendo de fiesta. Su presencia comienza a ser habitual en los locales nocturnos del área de Nueva Jersey, especialmente en aquellos que cuentan con un escenario donde actúan bandas que podían toparse con la sorpresa de que Springsteen se encontrase en la sala y decidiese, improvisadamente, subir a actuar junto a ellas.
Todo esto comenzó en Big Man’s West, el local de Clarence Clemons, pero estas actuaciones espontaneas se sucedían en varios clubs de la zona; desde el famoso The Stone Pony hasta otros como The Fast Lane o Brighton Bar. Y lo que empezó siendo anecdótico pronto se convirtió en todo un hábito de fin de semana. Bruce visitaba un bar, tomaba una cerveza y, si la ocasión lo requería, subía al escenario a interpretar unos temas junto a la banda que actuase en ese momento. Por supuesto, el músico ya salía de casa con la intención de ofrecer este ritual, pero parece ser que nunca respondía a una hoja de ruta prestablecida.
El fenómeno fan se movilizó en torno a esta costumbre noctívaga que terminó por ser bautizada como “La gira de bares no oficial”. Springsteen podía tocar en uno o varios locales cada noche; el caso era saber en cuáles y cuándo. Sus seguidores afilaron el ingenio para tratar de estar presentes en la mayor cantidad de conciertos posibles. La cosa funcionaba de la siguiente manera. Cada noche, un elegido se quedaba en casa bien pegado al teléfono fijo y, al mismo tiempo, se repartían grupos de rastreo entre los bares de la zona. El protocolo mandaba que pasado cierto tiempo (una media hora) cada uno de estos grupos telefoneara al sufridor en casa para saber si había noticias, pues si alguien detectaba a Springsteen en un local, rápidamente llamaba al centro de operaciones para informar de la noticia con el objetivo de que el resto se enterasen cuando se pusiesen en contacto. Evidentemente, el método tenía sus fugas ya que el hecho de encontrar al músico en un lugar concreto no implicaba necesariamente que este fuese a actuar ahí. Del mismo modo, se corría el riesgo de que cuando los interesados irrumpiesen en el bar de turno, Springsteen ya hubiese puesto rumbo hacia un nuevo garito.
Esta extraña gira duró hasta bien entrado 1983 y muchos de los conciertos fueron grabados por los propios asistentes. Este material es hoy en día objeto de culto entre coleccionistas. Springsteen tocó junto a muchas bandas locales como Cats On A Smooth Surface o Midnight Thunder, pero también compartió tablas junto a grandes de la talla de Jackson Browne o Joe Grushecky. El repertorio en vivo acostumbraba a estar formado por clásicos atemporales del rock & roll, por lo que la presencia de Nebraska fue nula. El carácter del asunto era radicalmente opuesto al espíritu de estas canciones.
Nebraska sobre el escenario
Aunque la intención inicial fuese la contraria, con el tiempo algunas canciones de Nebraska comenzaron a asomar tímidamente entre el repertorio en directo de la banda. Durante la gira de Born in the USA, por ejemplo, pudieron escucharse versiones acústicas de temas como Reason to believe o Johnny 99, siempre arropadas tímidamente por algún frágil detalle musical por parte de The E Street Band. Sin embargo, no fue hasta más adelante cuando varias de ellas ganaron su puesto como perennes en el repertorio. Atlantic city ha sido interpretada junto a su grupo de los años noventa, con The E Street Band y por aquel combo festivo que fue The Segger Sessions Band. Junto a esta última agrupación se recuperaron varios otros temas de Nebraska como Open all night, Highway patrolman o de nuevo Johnny 99. Si se piensa en frío, puede resultar contradictorio que las canciones más introspectivas de Springsteen encontrasen un hueco de existencia en ese experimento de góspel, folk y música de raíz, pero el resultado fue favorable en todos los casos. Desde hace unos años, los conciertos de Bruce Springsteen junto a The E Street Band suelen contar con la presencia de Johnny 99, tal vez el tema del disco que mejor se presta a una descarga de rock & roll, con permiso de Open all night.
Más que música. El legado de Nebraska
La influencia de este álbum en la cultura popular es innegable y no son pocos los que admiten su enorme influjo, ni quienes lo han tomado como referencia para contar historias o articular narraciones sonoras de calidad. Uno de los casos más llamativos es el del actor Sean Penn, que cuando debutó como director en 1991 lo hizo con Extraño vínculo de sangre, una película que relata lo que Springsteen canta en Highway patrolman. En el año 2000, el sello SubPop Records editó Badlands, a tribute to Bruce Springsteen’s Nebraska, un disco en el que figuran nombres como Chrissie Hynde, Los Lobos, Ani DiFranco, Aimee Mann, Hank Williams III, Ben Harper o Johnny Cash. Unos años después, el grupo tributo The Bruceband grabó el disco en formato eléctrico. Algo parecido hicieron los españoles Stormy Mondays, aunque estos se limitaron a interpretarlo en directo en una limitada serie de conciertos. La última intervención de renombre realizada hasta la fecha viene de parte del cantautor Ryan Adams, que en 2022 lanzó su propia versión del álbum completo.
A día de hoy, Nebraska todavía es considerado como uno de los mayores trabajos de su autor. Es el disco que sí le gusta a la gente que no le gusta Springsteen. Su aparición en el mercado supuso toda una revelación al tratarse de algo radicalmente opuesto al concepto de lo comercial que, sin embargo, logró alcanzar el número cuatro en las listas de ventas estadounidenses. La razón de su éxito puede buscarse en diferentes motivos, pero el principal es su carácter honesto y directo. En palabras del propio Springsteen, este es un disco que habla sobre “la soledad y cómo esta te afecta. El disco trata básicamente sobre gente aislada de sus trabajos, de sus amigos, de sus familias, de sus padres, del gobierno. De no sentirse conectado a nada de lo que sucede a tu alrededor. Cuando esto sucede, se produce una ruptura total. Cuando pierdes el sentido de la comunidad hay una brecha espiritual y se llega al punto donde ya nada tiene importancia”.
Y, sí, este blog se llama así por él.
Imagen de The Stone Pony de B.C. Lorio.
No teníamos ninguna duda……….bien se lo merece
Faltaría más. Para algo es el jefe.