THE HORRIBLE CROWES: EL VIAJE DE ELSIE
Toda esta historia sucede en 2011. Es muy posible que entonces ellos no lo supieran, pero los chicos de The Gaslight Anthem acababan de dar portazo a la etapa más prodigiosa de su carrera tras la publicación de su cuarto disco, Handwritten. No hacía mucho tiempo que esta banda de New Jersey había revolucionado el panorama musical con una mixtura sin precedentes de rock de pura esencia americana, espíritu de épocas ya caducas y actitud marcadamente punk más propia de la actualidad (de la de entonces). Sin embargo, algunos negros nubarrones asomaban tras la fina línea de un horizonte no muy lejano. Y estas nubes, como suele ser habitual en las cosas oscuras que se intuyen difusas, no presagiaban nada bueno. O casi nada, porque llegaron precedidas por el nacimiento de The Horrible Crowes.
Los años de comerse el mundo
The Gaslight Anthem siempre fue una mesa de cuatro patas. Al menos en apariencia, pues la realidad proyectaba que ahí se hacía lo que marcaba la batuta de Brian Fallon. No es que eso fuese una dictadura, no me malinterpreten, lo que pasa es que el grupo siempre fue un proyecto personal suyo, una aventura en la que él ponía la creatividad y el resto del equipo seguía el compás. Ninguno de los integrantes era precisamente un virtuoso, pero en conjunto sonaban sólidos y auténticos. Había frescura, urgencia, ganas y una predisposición que hacía tiempo que no se dejaba ver en el panorama guitarrero. Se comieron las listas y los escenarios de medio mundo. Todo ello, además, sin tener un directo especialmente destacable. Fueron aclamados como los salvadores del rock, más o menos. Eran buenos. Fueron muy buenos.
Sin embargo, aquí había un problema. Y este era que la banda terminaba por reflejar los estados de ánimo de Fallon, así como sus aspiraciones. Hasta entonces, este había proyectado con fuerza su intención de ascender al Olimpo del rock, a la manera de su siempre emulado Bruce Springsteen. Sin embargo, el cuerpo de Fallon parecía ocultar una manera de ser tendente a la melancolía y la depresión. Todo esto, al final, sale por algún sitio.
El nacimiento de The Horrible Crowes
A comienzos de 2011, The Horrible Crowes es presentado por el propio Fallon como un proyecto paralelo. Algo que en ningún caso nace con la finalidad de eclipsar o anular a su grupo maestro y que solamente le serviría para dar rienda suelta a sus impulsos compositivos más intimistas. Para ello se alía con Ian Perkins, técnico de sonido y guitarrista auxiliar en las giras de The Gaslight Anthem, y da forma a este nuevo ente bicéfalo que, una vez más, responde al nervio mayoritario de uno solo de sus integrantes. El nombre del grupo deriva del poema Twa corbies, un discreto clásico de la literatura escocesa.
Si hasta el momento Brian Fallon había fantaseado con ser el próximo Boss, esta etapa nace marcada por su pretensión de seguir los pasos de gente como Tom Waits, Nick Cave o Mark Lanegan. Las nuevas composiciones dan rienda suelta a sus ansias de abrirse y liberar esa personalidad más introspectiva de la que poco había podido verse hasta el momento. La juventud, la urgencia y la electricidad de The Gaslight Anthem dejan paso a un discurso pausado y oscuro, más maduro e intenso. Por supuesto, todo esto queda bien reflejado en el plano de lo instrumental y las canciones son más lentas y densas, con pocas florituras y un predominio de lo acústico. Pero tampoco es así al cien por cien ya que esa vena punk tan difícil de recortar no deja de mandar impulsos sanguíneos que se cuelan por aquí y por allá haciendo de The Horrible Crowes un grupo variado, fresco y complejo al mismo tiempo.
La llegada de Elsie
Así las cosas, The Horrible Crowes publican Elsie en septiembre de 2011 y las doce nuevas canciones demuestran ajustarse a las expectativas como una camiseta térmica al torso de un esquiador de élite. Desde el primer momento queda claro que este es un disco al que no le importa asumir riesgos. Se trata de un conjunto atrevido, no muy accesible para el público más generalista y donde deja verse, de manera discretamente sutil, un amplio abanico de influencias sonoras que tiene paradas en el soul, el funk, el punk o la americana, aunque siempre desde perspectivas sombrías y personalistas.
Aquí, Brian Fallon evita recurrir a melodías pegadizas y estribillos de fácil asimilación, de esos aptos para el tarareo masivo en estadios. O al menos esto es así en la gran mayoría del metraje, porque también pululan casos como ese pegajoso “who, ho, ho” que anticipa Behold the hurricaine, uno de los temas más rockeros y sencillos de absorber de Elsie. Por lo general, en la ambientación del disco tienen mayor protagonismo el piano, la percusión y unas guitarras discretas, sutiles y precisas que dibujan las melodías a través de las que discurre la voz cantante. Se trata de un viaje con muchas curvas; con momentos de belleza minimalista y episodios de ritmos duros y machacones. En palabras del crítico Andrew Leahey, The Horrible Crowes actúa como “una exhibición de ese registro bajo tan poco utilizado por Fallon, así como de sus habilidades de composición acústica. Todo esto demuestra que ralentizar las cosas de vez en cuando aún puede ser un movimiento punk-rock”.
Aunque la producción pueda tener mucho que ver en todo esto, la garganta de Fallon suena aquí con mayor protagonismo que en The Gaslight Anthem. Sin ser un genio de las cuerdas vocales (aunque su voz siempre me ha resultado de lo más sugerente), este muestra un amplio espectro de registros que invocan sutileza, dulzura e intensidad, así como apuntes más vibrantes y rotos. Esto puede apreciarse en canciones como Cherry Blossoms, especialmente en su parte final. Por otro lado, Brian Fallon siempre ha sido un excelente letrista, un gran contador de historias que utiliza sabiamente la narración en primera persona para relatar vivencias, propias o inventadas, que enlazar con todo ese imaginario de los cantautores clásicos americanos. Amor, desamor, ansias de libertad, coches, carreteras; lugares comunes muy bien aprovechados.
El fin de una era. Tras The Horrible Crowes
Una vez que Elsie echó a rodar y la buena acogida fue palpable, Fallon y Perkins se abrigaron con una banda completa para presentar su nuevo producto en directo. Esta no fue una gira especialmente fecunda, pues se realizaron pocas actuaciones. Una de ellas, la que tuvo lugar en el Troubador de Los Angeles el 14 de septiembre de 2011, fue grabada y publicada como disco en directo. El segundo de The Horrible Crowes; el último, además, ya que el ciclo vital del grupo se cerró poco tiempo después en un loable ejercicio de coherencia con sus propósitos iniciales.
En general, Elsie obtuvo una muy favorable acogida y no fueron pocos los medios que lo subrayaron como uno de los mejores discos del año; un imprescindible de la nueva década que acababa de comenzar, un clásico instantáneo y todas esas cosas que suelen decirse en estos casos. Pero, como ya hemos avanzado, el proyecto no continuó y sus integrantes regresaron a sus quehaceres habituales.
A partir de este momento, las cosas comenzaron a caer en picado para Brian Fallon en el plano de lo personal. La inestabilidad se acentuó tras un divorcio que arrastró tras de sí largos capítulos depresivos y desequilibrios emocionales. El siguiente trabajo de The Gaslight Anthem no funcionó tan bien como los anteriores y el grupo no tardó en disolverse cuando su cantante (y piedra angular) se percató de que ya le quedaba poco que aportar bajo ese formato de grupo tan visceral. Contemplado desde la perspectiva de los años pasados y teniendo en cuenta las cosas que sucederían a continuación, The Horrible Crowes pareció responder a una llamada interior del propio Fallon, a una voz que le encaminaba a expresarse de manera diferente, a canalizar sus inquietudes de manera más intimista y cerebral. Sea como sea, la realidad refleja que de todo esto nos quedó un disco de esos que nadie debería perderse.
Deja una respuesta